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REFUGIO FILOSÓFICO

Don Víctor y Karl Marx

Don Víctor es un empleado de más de 65 años que está en trámite de pensión. Hace poco se le amputó una pierna debido a su grave diabetes. El problema inició cuando tuvo un accidente laboral y se lastimó un dedo, y que posteriormente se le fue complicando hasta que hoy anda con muletas. Él trabajaba en el área de servicios generales de manera ininterrumpida por más de 30 años.

Recientemente, por motivo de celebraciones de la época navideña, los colaboradores de la empresa recibieron bonos de compra como una forma de motivar la dedicación al trabajo durante el año, pero don Víctor, como está en trámite de pensión, quedó excluido.

No soy abogada, ignoro jurídicamente si este beneficio se le puede otorgar o no a una persona en trámite de pensión, sin embargo, luego de ver el panorama, no pude evitar reflexionar, y mirar desde una perspectiva filosófica.

La razón por la que don Víctor es excluido del beneficio es que su valor radica en la medida que pueda producir riquezas, y desde que por alguna u otra razón no puede, entonces, para el sistema en que vivimos, poco importa su existir. No se toma en cuenta los más de 30 años que brindó de servicio, incluyendo que perdió su pierna haciendo su trabajo. Eso, sin adentrarnos al sistema de pensión el cual es visto como una dádiva.

Es doloroso reconocer esta realidad en la que estamos sometida la clase trabajadora. Mientras estamos en nuestro esplendor para producir, saludables, somos necesario para los patronos, pero cuando nos enfermamos (casi siempre a causa del mismo trabajo) somos desechados, nos convertimos en molestia y pérdida.

El economista y filósofo alemán Karl Marx, odiado por muchos, amado por otros, y que es lo particular pienso que su pensamiento es de una actualidad irrefutable, plantea que el obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. Y que el trabajador y trabajadora se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce.

“La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general”, afirma.

Una total objetivación de la esencia humana, lo que él llama de manera tan específica “enajenación del trabajo”, que significa que nos convertimos en un objeto, en una existencia exterior, que existe fuera de nosotros, que es independiente, extraño frente a nosotros mismos, que la vida que hemos prestado al servicio de las empresas es visto de forma extraña y hostil.

Marx dice, y con mucha razón, que: “El capital es trabajo muerto que, como un vampiro, sólo cobra vida chupando el trabajo vivo”. En este caso, la salud es la sangre de la fuerza de trabajo con la que se alimenta el capital.

Pero, aunque la salud de los trabajadores es la fuente de la riqueza, el capitalista no necesita cuidarla porque cuenta con “el ejército industrial de reserva” que aportará siempre mano de obra gracias a la sobrepoblación obrera, al desempleo. Cabe destacar que el derecho a la salud ha sido una conquista de la clase obrera.

Lástima que ese pensamiento de Marx siga tan vigente, y que hoy todos seremos don Víctor en algún momento de nuestra vida, pues el capitalismo salvaje cada día está en su máximo esplendor.