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FÁBULAS EN ALTA VOZ

A la Constitución en su día

Quienes nos sentimos dominicanos somos celosos con nuestra Carta Magna. Sufrimos cada vez que la utilizan para conveniencia de alguien, casi siempre en el plano político. Hoy, no es distinto. La fecha la encuentra en un momento de debilidades e interpretaciones que la hacen cada día más vulnerable. En sus 175 años, los que cumple hoy, seis de noviembre de 2019, se me ocurre llevarla a pasear por una ciudad fabulosa donde los documentos de tanta valía como el suyo lo salvaguardan como el tesoro más preciado. Allí es imposible alterar sus artículos sin hacer previamente un consenso con la población. Todos son responsables de su integridad y protección.

No es un juego

Los habitantes del lugar se mantienen vigilantes para evitar que su Carta Magna sea ultrajada, irrespetada, cambiada... Saben que ese documento es el que les ha permitido estar constituidos como una comunidad organizada, con leyes y reglamentos que permiten la democracia de la que disfrutan y que haya penas y castigos para quienes violenten determinados artículos.

Todos son dueños

En esta ciudad fabulosa la Constitución no es propiedad de los políticos, de los congresistas o de los juristas. Todos, absolutamente todos, se sienten parte de la toma de decisiones que atañe a este importante documento. Sus cambios solo se dan si la situación de la comunidad lo amerita, y para ello deben estar de acuerdo todos los actores de la vida nacional. Un solo sector que se oponga a cualquier reforma impide que ésta se concrete.

No es un trozo de papel

En este lugar visitado por nuestra Constitución, ésta se sintió oronda. Aquí no es un simple pedazo de papel. Es la esencia misma de la identidad, de la pertenencia, de la soberanía, del orden y de lo más importante: de lo que significa ser dominicano. Es como si fuera un ser animado con forma, fondo y movimiento capaz de autodefenderse de cualquier atentado a su integridad.

Triste regreso

Me dolió en el alma tener que traerla de vuelta a República Dominicana. Se negaba a seguir siendo maltratada y violentada cada vez que a alguien se le antoja reformarla para su propio beneficio. Se me desgarró el alma al ver cómo se aferraba a aquella gente que le mostró tanto respeto, que lejos de quitarle, le dio vida, y que por encima de todo le celebró sus 175 años haciéndola sentir toda una dama, no una doncella a la que todos pueden manosear.

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