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COSAS DE DIOS

Servicio del cliente

Los mozos son lentos. Las recepcionistas, pesadas. Los cajeros de los bancos inflexibles. Las enfermeras, poco humanas. Los muchachos que nos cargan la compra del supermercado, descuidados. ¿Coincide conmigo? ¿Se queja de los empleados que le brindan un servicio? Yo también. Pero, hace unos días, cambió mi perspectiva, fui yo la que serví. Les cuento.

De mesera Me tocó hacer de mesera en una actividad. Allí estaba yo, de pie, detrás de una mesa donde un grupo de personas desayunaba, almorzaba, merendaba o cenaba. Piense en el montaje que conlleva, que todo esté listo para decenas de comensales y que funcione a la perfección. No hay tiempo, a veces, ni de comer, mientras observas a otros saborear un banquete.

Lo que piensas Me dolían los pies; al celular se le rompió la pantalla; no había contactado a mis hijos y, por último, deseé que las personas sentadas a la mesa, que estaba a mi cargo, dejaran algo en las fuentes, sin tocarlo, para yo probar. Todo eso estaba pensando mientras mis clientes disfrutaban sin mirarme, igual que hacemos nosotros cuando vamos a un restaurante.

No hay maldad Aquellos clientes que se limitan a pedir lo que requieren para disfrutar de sus comidas, no lo hacen con mala intención, para nada. Puede ser gente amable, cortés, pero aun así, para ellos, una mesera o un mesero se convierte en un elemento más del restaurante. Creo que nos ocurre a todos. Ves a los mozos sonreír, diligentes, vestidos, muchas veces, con pulcritud y piensas que están tan contentos como tú. Los percibes así cuando lo que tienes delante es el plato y no la espalda de los que comen.

Cambio de perspectiva Pero todo es diferente de pie y con una toalla en la mano por si se vuelca una bebida o algo cae al piso.

Piensas que el servicio al cliente debe ser bueno, sin duda, para que un restaurante, por ejemplo, sea considerado excelente. En mi caso, era feliz cuando lograba complacer a quienes estaban a mi cargo.

La propina de Dios Aunque lo mejor, para todos, sería que “el servicio del cliente”, el trato y la consideración hacia los que nos sirven, también rozara la excelencia.

Esto contribuiría no a tener un buen restaurante sino una mejor sociedad. Si usted y yo lo hacemos así -por cierto, mis atendidos se portaron muy bien- Dios nos pagará la propina, y Él es muy generoso.

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