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COSAS DE DIOS

No ganó el cáncer, ganó el amor

“El cáncer siempre gana”, me dijo, apesadumbrado, un oncólogo amigo cuando a mi madre le quedaban días de vida. No estábamos en consulta, se refería a su experiencia con personas cercanas. Y..., tal como vaticinó, el cáncer ganó. Derrotó el organismo cansado de mi mamá, en la tercera lucha que emprendieron. Pero como Dios hace que todas las cosas sean para bien de los que ama, en medio de la derrota por esta enfermedad, triunfó el amor.

Ángeles ocultos Durante los años en que mi mamá, desde su inocencia, nunca supo lo que padecía, peleara con un enemigo monstruoso, invisible y ferozmente persistente, a gente muy querida les fueron asomando, por detrás de las espaldas, las alas de ángeles que traían ocultas. Cuando ella murió, se desplegaron por completo.

La despedida Quien sostenía su mano, al momento de fallecer, no era uno de sus cinco hijos, tres de los cuales estaban allí, sino Elsa, una hija a quien ella hizo suya. También, una hermana por elección, doña Victoria; un hijo que llegó para darle un último abrazo, Sócrates, y la hija médico que no tuvo en su casa, pero sí en el vecindario, Margarita.

Hay esperanza Luego, frente a su féretro, desfilaron tíos, primos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo de nosotros, sus hijos, y médicos queridos, como el doctor José Luis Fleck. Mis hermanos y yo recibimos mucho apoyo. Cuánta bondad hay en mi pueblo, El Seibo, y en este país bendito, donde, no tengo dudas, todavía hay esperanzas.

Fe solidaria Nunca podré pagar la solidaridad recibida de mi Comunidad Unidos en Cristo; de mi adorada Parroquia El Buen Pastor; de mi Comunidad de Emaús y de los sacerdotes cuyos afectos guardo más cerca de mi corazón: el padre Franchy Lluberes, un hermano del alma; el padre Catalino Tejada, sacerdote, amigo y párroco excepcional, y al querido y solidario padre Ruddy Rosario.

Con música El adiós a mi madre estuvo lleno del amor de mis amigas de antaño y de ahora; de vecinos entrañables como la familia Puente Trinidad, y de muchos otros allegados queridos. Me pareció un milagro que el maestro Frank Peña, quien fue amigo de mi padre, dirigiera el coro de la iglesia y la banda de música que despidió a mi madre hasta el pie de la tumba. También, entre los más cercanos, mis hermanos Vicky, Henry, Libertad e Isabel, mis hijos y mis sobrinos, este trance ha servido para poner en evidencia el cariño que nos une. Pensando en todos ellos, y en que mi madre está en brazos de su amado Jesús, le digo, ahora, a mi amigo el oncólogo: no ganó el cáncer, ganó el amor.

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