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FOLCLOREANDO

La delicadeza de ser jurado

Les cuento que he sido jurado en diferentes áreas y me he encontrado con situaciones horribles, porque soy exageradamente exigente, rosca izquierda y muchas veces he preferido no participar como juez.

Siempre fui jurado en el carnaval de Sábado de Corporán, en donde se respetaba nuestro trabajo. Les impartí una charla sobre el carnaval a unas candidatas a Reina del Carnaval, en los años 80 o principios de los 90, no recuerdo. Luego me invitaron como jurado cuando se hizo la ceremonia para elegir a Miss Carnaval. Recuerdo que fue en el Santo Domingo Sheraton. Todas desfilaron, y yo estaba muy entusiasmada porque todas estaban orientadas sobre nuestro carnaval, las orienté muy bien.

¡Vaya respuesta! Ya tenía elegida mi candidata preferida por su desenvolvimiento en lo cultural y por su gracia, y cuando dan el veredicto ganó la que en una de las preguntas sobre, qué era el carnaval, no supo contestar qué era el carnaval, solo dijo: “Una fiesta”. Cuando termina la actividad, rápidamente le pregunto a cada uno de los jurados que, por cuál candidata votó y nadie había votado por ella.

Hay que tener tacto Me sentí indignada, avergonzada, irrespetada, por lo que consideré un abuso. Eso sí, luego hice mi columna “Vivencias”, en la que reseñé lo sucedido. Luego otra persona me invita a otra actividad y se sintió mal, porque no voté por su favorita. Y pensar que ella no era jurado sino de las organizadoras.

En otra oportunidad, me invitan a ser jurado de un concurso de bachata en el Lina y una de mis empleadas en la Dinafolk quería participar, ya que fue finalista en un programa de televisión por su bella voz, y le dije que, si ella participaba yo renunciaba como jurado.

El sentido común La última anécdota fue cuando en un cumpleaños familiar inventan un concurso de baile y me asignan como jurado único de los chiquitines y resulta que, cuando doy el veredicto la chiquita mía me “secretió” que ella bailó mejor y fue cierto, pero le “secretié” que era un concurso familiar y si le daba el premio a ella comentarían que porque era hija mía se lo había ganado.

Así no acepto invitaciones Concluyo escribiendo que cuando tengo asignada una tarea tan delicada como jurado, soy incapaz de aceptar invitaciones de alguien ligado al premio, ni un reconocimiento, ni una menta de guardia, es más, no acepto ni que me lleven a bailar son. ¡Se dijo!

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