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FOLCLOREANDO

Dyalaht Desangles Brenes

Siempre he dicho que tengo muchas amistades, que no es lo mismo que tener amigos, esos que se preocupan por uno, que te dicen la verdad en tu cara, que te elogian cuando tienen que elogiarte, que no necesitamos estar dando cumplidos ni pasar facturas, porque no los visitamos cuando han estado enfermos o convalecientes.

El ser amigo es estar pendiente de uno cuando más lo necesitamos, sin sacar en cara, verse o llamarse cuando se pueda, porque para demostrar cariño y afectos sinceros basta con juntarse un día para actualizarse.

A estas alturas se nos olvidan los natalicios de los más cercanos, esos que sus nombres reposaban en una agenda. Ya hasta la agenda se me olvida chequearla.

Esa es mi amiga Dyalaht, la excompañera del colegio Santa Clara, esa que por su temperamento sigue siendo selectiva, la que yo molestaba en las clases de Literatura con el profesor Caonabo, entrándole un papel finito en los oídos para que se incomodara y luego protestaba en alta voz para que el profesor la escuchara y me hacía la “chiva loca” o la “caprina desquiciada”.

Esa fue la “culpable”, junto a Miriam Pimentel y Altagracia Genao, de que yo estudiara Secretariado Ejecutivo en la O&M, por el apoyo moral y emocional que me brindaron luego del fallecimiento de mi madre en el 1974.

Pero ella no se conformó con eso, me llamó una mañana para que fuera a tomar un examen como secretaria en la UNPHU, ya que escuchó que había una vacante y déjenme decirles que ese fue mi primer trabajo, justo a los cinco meses de morir mi padre, en el 1977.

Dyalaht ni se imagina que la quiero muchísimo, que hay cosas que no tenemos con qué agradecerlas, y lo “peor” es que nunca lo ha externado a nadie lo que hizo por mí, pero yo me he encargado de externarlo, porque seres humanos así no se ven a diario.

Ella pertenece al pequeño grupo de amigos incondicionales.

Dyalaht, el 7 de junio es tu cumpleaños. Te felicito hoy, por si se me olvida.

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