Un adiós a Luchy

Fuí muchas veces a verla al centro donde estaba interna, hasta que logré que me vieran. Les pedí per- miso para entrar, para sentarme y acercarme y tocarla. Lo hice y le toqué el pelo, el rostro y le decía que la quería y que Dios está con ella como lo está siempre con todos nosotros. Aunque a veces en los momentos difíciles nos desesperemos y nos sentimos olvidados por Él.

Ella abrió los ojos y me miró, porque sabe quién soy yo, los demás no. Su ojos tan admirados y amados por la gente, igual que su hermosa voz. En ese momento me sentí tocada por algo superior y quise transmitirle el amor que soy capaz de sentir por alguien querido. Le toqué el rostro una vez más y salí. Estaban sus hijos, a los que abracé con cariño, y en ese momento recordé los intercambios de regalos y flores que hacíamos cuando nació mi hija Huayna y cuando nacieron ellos. Ella, su esposo de entonces y yo trabajábamos por muchos pueblos del país en muchas ocasiones y se creó un vínculo entrañable que siempre se ha mantenido sano, porque el tiempo que se vive cuando se trabaja junto, nos hace más fuertes y duraderos. Hoy solo me queda darle un triste adiós a la dama de la canción: Luchy Vicioso.