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EL MUNDO ES ASÍ

Perú rescata sus nombres indígenas de la marginación y la exclusión

Nombres indígenas como Etsa, Shumay o Willka están resurgiendo en Perú desde el olvido, la marginación y la exclusión en la que han permanecido por siglos sin ser reconocidos oficialmente por sonar “raros” o tener una escritura desconocida.

Hasta hace muy poco era casi imposible tener un nombre indígena en Perú, un país con 48 lenguas habladas por 55 pueblos indígenas, pero donde el año pasado la mayoría de los recién nacidos recibieron nombres anglófonos como Jhon o Dylan.

Para revertir esa tendencia, donde el mismo Estado era el primero en negar la identidad a los nativos, el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) inició la serie “Tesoro de nombres”, donde está recopilando los nombres de cada una de las lenguas originarias de Perú.

La iniciativa cobra más importancia aún en este 2019, declarado por la Unesco como el Año de las Lenguas Indígenas para que se tomen medidas ante las casi 3,000 lenguas en peligro de extinción en el mundo, de las que 21 están en Perú.

Desde 2012 se han recuperado los nombres del quechua, la lengua nativa más hablada en América; el aimara, el jaqaru y los idi0mas amazónicos awajún, wampis, matsés y shipibokonibo.

“Es una herramienta para que sus miembros ejerzan derechos, principalmente el de nombre y el de la identidad étnica e individual”, explicó el subgerente de investigación académica del Reniec, Danny Santa María.

El documento también sirve de guía para los registradores que recorren el vasto territorio peruano, pero que negaban los nombres indígenas para sí aceptar otros castellanos, como Jesús, María o José.

Muchos nombres indígenas hacen referencia a elementos naturales o animales, con términos comunes como el sol y la luna. Para que no se perdiesen, los nativos usaron las más variadas argucias. Los aimara, que habitan en torno al lago Titicaca convirtieron sus nombres en apellidos que hasta entonces no tenían.

Los wampis, que viven en la frontera de Perú con Ecuador, usaban el nombre indígena aunque no figurase en el DNI, y los matsés, cuyo hogar es el remoto río Yavarí, en la frontera entre Perú y Brasil, creaban sus nombres juntando el del padre y el de la madre.

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