¡Nieve!

¡Nevó en Hawái! Emma se apresuró a darme la noticia, allá en las islas paradisíacas, vive una de mis hijas. Comenté con mi factótum el acontecimiento, asegurándole que tanto mi hija como su familia, estaban bien resguardados del frío inusual y de los copos de nieve que cayeran del cielo. Luego, mi morena cocinera de alma campesina se puso a hacer cábalas. Tiene algo confundidas las distancias, aunque sabe que nos encontramos en el mismo paralelo justo debajo del Trópico de Cáncer; esto la llevó a la conclusión de que ¡aquí también caerá nieve! Me sorprendió su pronóstico, pero no dije ni esta boca es mía. Las cábalas de Emma, basadas en su sabiduría campesina, casi nunca fallan. Luego recordé que una vez nevó en La Habana. Luego está el factor del cambio climático, una nueva glaciación, ¿quizás? Además del cambio de eje de la tierra, lo que según los científicos, se está acelerando. Me sumí en un mar de cavilaciones, pero las exclamaciones de mi ilustre cocinera color chocolate, me sacaron de mi abstracción. Acababa de recibir una gran caja de chocolates, en forma de corazón, mis pícaros hijos se la habían mandado con una tarjeta almibarada y ridícula, a nombre de un eterno enamorado. Emma se olvidó de la nieve y sus pronósticos, su cara de satisfacción y arrobamiento, valieron la pena. El complot lo organicé anoche y todo salió a pedir de boca...