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FÁBULAS EN ALTA VOZ

El peatón, los badenes y el tapón

Sé que muchos son los que salen a la calle para resolver solo lo necesario. Es una osadía enfrentar los tediosos taponamientos que atestan las diferentes vías de la ciudad. Ante esta situación, siempre vemos como únicos culpables a los conductores. Pero no es así. Hay peatones que impiden en ocasiones que fluya con rapidez la circulación de vehículos. Cruzan cuando el semáforo está verde o cuando un agente de la Amet da paso a los choferes. Lo mejor es que hay que cuidarlo y darle una protección que él mismo no se proporciona.

Ni hablar de los badenes. Sí, esos mismos que a veces tienen profundidad descomunal y un deterioro que amerita que el conductor haga malabares para cruzarlos. Por supuesto, hay que tomarse su tiempo y ello hace que el avance no sea efectivo. Estas debilidades en el tránsito vehicular complica aun más la situación de los taponamientos. Aprovechando uno de esos “cuello de botella” que no tienen fin, me transporté junto a Soto, uno de los choferes de este diario, a una ciudad fabulosa donde hay reglas claras para evitar esta problemática. Con dificultad llegamos allí, pero una vez en el sitio, vimos cómo están las calles: todas debidamente asfaltadas. Ningún hoyito echa a perder la efectividad en el libre tránsito. Se respeta al máximo el semáforo destinado al peatón. De hecho, dondequiera que hay luces de tránsito para vehículos, las hay para la gente de a pie. Para las autoridades competentes es vital que la educación participe en cada decisión tomada respecto al tránsito. Este motivo es lo que hace que el peatón tenga su cuota de responsabilidad en este tipo de asuntos. De ahí que ante una falta debe responder por ella, como quienes andan manejando. La institución encargada de mantenerla en óptimas condiciones, también debe pagar por sus errores. El conductor también puede proceder en su contra si por el deterioro de la vía le ocurre algún incidente. Todo fluye en santa paz y, aunque en la ciudad cada vez hay más vehículos, el orden hace que todo fluya. Ah, es que también hay una sola entidad que dicta las directrices sobre el tránsito, y la población la entiende a la perfección. Tan distinto a nuestra República Dominicana, donde hay como tres o cuatro instituciones para organizar el tránsito, y al parecer no dan abasto, pues cada vez es más débil la línea que nos diferencia de una selva. Poco se entiende de qué le corresponde a quién y mientras, seguimos lidiando con el peatón, los badenes y el tapón.

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