Homenaje a la Virgen

Una semana extraordinaria, forzó a Emma a desempeñarse como en sus años mozos. Quería ir a Higüey a rendirle homenaje a la Virgen de la Altagracia y deseaba ver el eclipse.

Haría la peregrinación con un grupo de vecinos de su pueblo, así que se fué para su casita de Nigua. Se ocupó de los preparativos y luego se dispuso a esperar la desaparición de la luna, en la playa, en donde el espectáculo sería más bello. Estaba ansiosa por ver la luna de sangre que surgiría después del eclipse. La espera en la playa se prolongó, pues la traviesa luna tardó mucho en empezar su juego del escondite con la tierra. La charla entre los vecinos, bañada con rondas de cerveza y una picadera, hizo la espera tolerable. Finalmente en la madrugada se pudo contemplar el fenómeno. Luego todos se deleitaron con la luna de sangre, posada justo sobre el mar. Con el espectáculo aún en las retinas, se apresuraron a abordar el autobús que los esperaba para emprender el viaje a la Basílica.

Emma dormitó en el vehículo poco rato porque tenía que ocuparse de repartir el refrigerio, después logró descabezar un sueñecito. Por fin llegaron a Higüey y se mezclaron con los miles de peregrinos.

Finalmente Emma pudo acercarse a la sagrada imagen y pedirle con fervor por ella, su familia y por su doña y su gente. Volvió a casa exhausta, se refugió en su cuarto y se sumió en un sueño profundo, ¡agotado por completo su inusitado impulso juvenil!