Más allá de la paga

No soy muy buena en la cocina, pero sí en el buen comer. Me encantan los pastelones aunque nunca me he animado a hacer uno, porque una vez que quise hacer una lasaña se me cayó al sacarla del horno, se rompió el pírex, se perdió el trabajo y además me quemé. Dice Bethania, mi hermana, que soy como Martín Garata y por eso he cogido eso de excusa, y yo también lo creo, porque en la cocina criolla no hay quien me gane, aunque prefiero que mi querida Muma me haga mi comidita. Admiro con que disposición ella cumple mis caprichos, léase diferentes menús que invento cada día, y sin protestar, va y compra lo que haga falta para que los platos queden al gusto del más exigente. Cuento además con un asistente todólogo, a quien llamo Pasolita, que siendo ebanista, me arregla la plomería, no le teme a incurrir en la electricidad, inventa piezas nuevas, hace soldadura, repara lo irreparable y hasta se animó a colocar mis luces de navidad. Me maravillo con su talento y su “sí se puede”. Joaquín, mi jardinero preferido, es un poco despitado, pero desyerba, corta, moja y abona las plantas, aunque de vez en cuando se le pasa la mano y tengo que andar detrás de él para que no pode la que no es. Aún así, aprecio su “gracias por todo” con que se despide cada vez que viene. Podría seguir enumerando ángeles que Dios ha puesto en mi camino, esa asistente que me ayuda en la limpieza, los del camión recogedor de basura, aquellos que echan gasolina a mi vehículo y lo chequean, y una lista sin fin de servidores que hacen mi día más liviano. Hoy me quito el sombrero ante esos diestros en su trabajo, para quienes mi agradecimiento va más allá de la paga.