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Todos los platos son para dos personas

Local. Varias mesas del comedor en el área de entrada del restaurante Elizondo.

Local. Varias mesas del comedor en el área de entrada del restaurante Elizondo.

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

En la pequeña plaza Juan Dahuajre en Santo Domingo, donde funcionan varios restaurantes, está el Elizondo. Tiene la peculiaridad de que cada plato que aparece en la carta es preparado para dos personas. Así lo ofertan. Si cada quien elige uno diferente lo probable es que quede bastante para llevarse a la casa, en caso de andar con la familia.

Al mediodía, al menos el mes pasado cuando fui con mi hijo Alexis, ofrecían a mitad de precio un plato específico, que variaba cada día. Precisamente por oferta tan tentadora acudimos a almorzar a mitad de semana. La ‘hostess’, Mariela, toda de negro vestida nos conduce hacia el segundo salón: un espacio amplio y de claridad con un ventanal que de lado a lado deja ver el exterior sin interrupción alguna. El salón con muros de ladrillo en el área de entrada, en cambio, con muchas menos mesas resulta más recoleto pese al ir y venir de empleados y clientes. En él preferimos quedarnos. Es la 1:00 de la tarde y el restaurante está todavía vacío. Algo después van llegando unas cuantas personas.

Sobre cada puesto en las mesas hay un pequeño plato ovalado, en lugar del habitual plato grande redondo. Pienso que luego será cambiado. Mas no es así. En este es que uno se sirve la comida. Y resulta adecuado. La carta, con pocos platos a escoger, tiene la originalidad de que cada uno, sea cual fuere, es preparado para dos personas. Así lo especifican: ‘Todos nuestros platos son recomendados para 2 personas”. O sea, alcanza para dos personas. Por suerte nos apetece lo mismo: chuletón de 32 onzas. Es el plato principal que en este mediodía tienen a mitad de precio. En la noche tiene su precio regular. Para el amante de la buena carne, la ocasión hay que aprovecharla. El asunto es que Alexis lo prefiere término medio, y yo ‘well done’. Así lo hacemos constar. No es problema, aseguran. Al traer el servicio hay una separación: marcadores identificativos colocados cual banderitas. Los que cocinan saben lo que se traen entre manos. El único fallo es que la camarera olvidó preguntarnos si lo queríamos con o sin mojo de ajo. Lo traen con ajo que, por coincidencia, a ambos nos encanta. De plato acompañante no dudamos en la elección: arroz tipo risotto 8 quesos. Tiene también maíz. De sabor no se puede pedir más. Servido en una sartén con dos asas, tan abundante es la ración que no solo alcanza para los dos, sino que sobra bastante.

Echo un vistazo en derredor. ¡Qué extraño! El personal a la vista es solo de sexo femenino. Prestan buena atención: al caerse una servilleta, antes de uno recogerla están trayendo otra limpia. El ambiente, empero, es bastante informal. Lo demuestra una joven que, mientras conversa con otra junto a la caja, va comiendo lo que de lejos parecen papitas en una funda. ¡Increíble! Al preguntar por los postres, casi por curiosidad ordeno crema catalana caramelizada con esencia de auyama. Da la talla, pero prefiero la original: sin auyama.

Así terminó la visita Al salir, el auto está bloqueado por otro auto. Es que el estacionamiento es reducido y en la calzada está prohibido parquear. Por eso tienen valet parking. Así es Santo Domingo: pocos restaurantes tienen suficientes estacionamientos. ¿De qué me quejo? Al menos, fue una buena comida.

Carne. Dos separaciones cual banderitas muestran cuál parte del chuletón está término medio y cuál está well done.

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