¿Feminista?

Recuerdo el primer aborto del que tuve conocimiento. El padre de la criatura era un estudiante universitario cuyo futuro parecía amenazado, de manera que él buscó el dinero y el médico para interrumpir el embarazo de su novia y poner fin a la vida de su hijo.

El segundo aborto del que me enteré, también, fue una decisión que partió del padre de la criatura, quien, de nuevo, hizo todas las gestiones para llevarlo a cabo. Y el tercero, el cuarto y el quinto... De hecho, no he tenido conocimiento directo de ningún caso en el que la vida de la madre estuviera en peligro, y solo uno ocurrido tras la violación a una joven con discapacidad cuyo parecer, dicho sea de paso, no fue tomado en cuenta a la hora de tomar la decisión.

Ninguna de las mujeres que conozco, que terminaron abortando, llevaban la voz cantante en la condena a muerte de sus hijos, por el contrario, aceptaron el planteamiento de un tercero que les brindaba su apoyo, emocional y económico, para abortar pero no así para llevar adelante el embarazo.

A usted, que lee esta columna, le pregunto, ¿las parejas de las mujeres que conoce que han abortado, tuvieron influencia en esa elección? ¿Les dieron la espalda? ¿Las convencieron porque no era el momento, porque no estaban preparados? Si su respuesta es sí, le cuento.

Esto ocurre porque el aborto, erigido como una conquista femenina por algunos, en realidad, es una solución machista a un embarazo no planificado o indeseado. Es machista porque libera al hombre de responsabilidad ante la madre y el niño, sin que él corra riesgo alguno.

Para no abortar, una mujer necesita de apoyo, aliento y cariño, un brazo donde apoyarse. Pero sucede que muchos hombres ofrecen su apoyo total para interrumpir el embarazo pero dan la espalda si de tener un hijo se trata. Todo esto, lo dice un experto en el tema, el español Benigno Blanco. ¿A qué le suena? Piense, no en propaganda, en lo que le ha tocado vivir y pregúntese si este hombre tiene la razón. Yo creo que sí.