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COORDENADAS LITERARIAS

“Encanto colonial y aires bohemios”

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Clidia Díaz y Gabriela LlanosSanto Domingo

Que la Ciudad Colonial está llena de magia es irrefutable; pero, además, hallar lugares en los que nos gustaría perdernos sin tiempo, leer, saborear un café o una copa de vino, charlar con amigos en cualquiera de sus rincones, disfrutar de la vegetación tropical que comparte protagonismo con el patio, escuchar un concierto de jazz, ver una exposición o una de esas grandes películas ubicadas en la periferia del cine comercialÖ Todo eso puede hacerse diariamente en la Librería Café Mamey, creada desde hace dos años por Alejandro Ruiz en la casa de sus abuelos, la que fuera el escenario de sus juegos infantiles, donde hoy también hay tertulias, clubes de lecturas y presentaciones de libros en los que descubrimos voces nuevas y potentes como la de Lorena Cabrera Brugal.

Crecer: amar, romper, sanar... Lorena Cabrera Brugal tiene 27 años, ojos grandes y curiosos, y una voz grave y contundente. Sonríe mucho, habla alto y claro, sin pruritos, como la generación que integra, los millennials quienes, nacidos a finales de los ochenta, son seres tecnológicos, tolerantes, más individualistas que gregarios. “Crecer” es el nombre del conjunto de pensamientos que Lorena quiere regalar a sus lectores, que ha firmado como El diario de una narcisista “porque al principio me parecía egocéntrico creer que mis escritos podrían interesarle a los demás pero, después, al compartir mis textos, me fui dando cuenta de que conformaban un mensaje plural”. ¿Es doloroso crecer? Es nuestra primera pregunta. “Mucho”, asegura, añadiendo que juega un papel muy importante la lucidez, “tomar conciencia de lo que nos va ocurriendo, así aprendemos a aceptar; por eso el libro está divido en tres partes, porque después del amor y el dolor, viene la sanación”.

Lorena estudió economía, filosofía y trabaja en una empresa dedicada a la tecnología. Se considera una feminista orgullosa y le gustaría trabajar por el empoderamiento de las mujeres jóvenes. Sale en defensa de su generación frente al eterno cuestionamiento sobre la importancia que se le da al medio y no al mensaje: “creo que hemos creado un nuevo lenguaje, aunque sea a través del whatsApp, quizás somos más directos y más sencillos, pero la comunicación fluye”. Le pedimos que nos indique cuál sería la frase del libro que define su filosofía, nos responde que la última, la que cierra el conjunto: “Amores eternos, que corregido, resulta amores enteros”. Nos explica que el concepto del amor eterno se relaciona con las generaciones anteriores, que buscaban la pareja que los completara para siempre. “Los amores eternos son más saludables porque empiezan por uno mismo; cuando cambiamos el léxico cambiamos también la manera de relacionarnos”.

“Continúa escribiendo, continúa creyendo” La frase le pertenece a Ingrid Grullón, “la profe Ingrid” como la llaman cariñosamente sus discípulos, pues ella es pionera de los grupos literarios en el país y responsable de sembrar en muchos jóvenes el amor por la lectura. “Esta noche estoy como una niña nerviosa”, toma la palabra Ingrid para presentar a la que fuera su alumna más joven en los talleres de escritura de Altos de Chavón; aquella niña curiosa que ya prometía muchos y buenos textos. “Lorena nos descubre un lenguaje nuevo, del XXI, necesitamos gente que escriba sobre su tiempo”, afirma “la profe Ingrid” antes de presentarnos a María Isabel Sanoja Ramos, amiga de Lorena desde el colegio, encargada de ilustrar los textos del libro, quien destacó especialmente su capacidad de trabajo y la sinceridad con la que Lorena deja fluir sus emociones; “me recuerda a la escritura automática” aporta Ingrid Grullón, haciendo referencia a la técnica que elimina las descripciones y el entorno para dejar fluir la conciencia.

Lorena cierra la noche leyendo alguno de sus textos, en español y en inglés “porque en inglés los recuerdos duelen menos”, ganándose la aprobación, los aplausos y, en algún momento, las risas de los presentes. “Tiene una fibra sensible desde pequeña”, nos cuenta su madre, Clarissa Brugal, quien, incluso, le ofreció una beca de un año para que se dedicara sólo a escribir, pero “Lorena es una chica muy independiente”. Nos despedimos sabiendo que ella seguirá creciendo, creyendo y escribiendo, porque, como bien explica al inicio de su colección de pensamientos, no debemos olvidar nunca que “nuestras raíces conocen el camino hacia al sol”.

Gabriela Llanos @gllanosg gabriela.llanos@gmail.com Clidia Díaz @clidiadiaz clidiadiaz@yahoo.com

UN SUEÑO HECHO REALIDAD El ‘waze’ nos sugirió una excelente ruta para llegar a la Zona Colonial: bajamos hasta el malecón y, después de un par de ‘zig zag’, subimos por la calle Isabel La Católica hasta encontrar la esquina que descubre la curvilínea calle de Las Mercedes. Girando a la izquierda nuestras miradas se posaron en el viejo hotel que alojó en 1892 al poeta José Martí en su primera visita a la ciudad de Santo domingo y, de inmediato, recordamos a otro famoso inquilino, el dramaturgo Tirso de Molina, quien 276 años antes que Martí marcó sus huellas en esta antigua calle. El monasterio Mercedario, que le sirvió de residencia a fray Gabriel Téllez (su verdadero nombre), hoy mira de frente la fachada de esta vanguardista casa en la que, desde hace dos años, conviven una librería, una cafetería, una sala de cine y una galería de arte.

¿Fue casualidad que el nombre Mamey llevara las dos “emes” de Molina y de Martí?, nos preguntamos antes de saludar a su director y creador, Alejandro Ruiz. “Esta era la casa de mi abuelo Emilio Rodríguez Demorizi, el historiador. De niño yo venía los fines de semana a leer especialmente los libros de mi bisabuelo. Estudié filosofía y uno de mis sueños era tener mi propia librería, estar dentro de lo que a uno le gusta, comprar mis libros y venderlos al mismo tiempo y especializarme en literatura contemporánea caribeña”.

En principio, nos cuenta, parecía una idea alocada, pero el lugar ofrece un espacio para conocer gente con los mismos gustos y un patio en donde leer. “La columna vertebral son la librería y las actividades culturales”, aclara, “luego se introdujo el concepto de una cafetería de tercera generación”. Mónica de Moya entra desde el inicio como arquitecto, “ayuda a arreglar y sanear el lugar con buen criterio, mucha elegancia y a low cost”. Laura Amelia Guzmán, también amiga, llega de Barcelona como gestora cultural y se encarga del cine. Eddy Guzmán completa el cuarteto de colaboradores. Curador de arte de mucha experiencia es responsable de la galería.

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