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COSAS DE DIOS

El ángel y el dinosaurio

Apenas alcanza la altura de mis rodillas. Debe tener como cuatro años. Delgadito, con un cabello ensortijado que le infiere un toque hippie. Viste bermudas y un suéter. Estamos en El Buen Pastor, el Día de Navidad, acaba de terminar la misa. No reflejo el ánimo de las pascuas. Cuando el padre Félix pregunta quiénes sienten la Alegría de la Navidad, no levanto la mano. Nostálgica, penetro al Santísimo y me encuentro con el niño del cabello ensortijado.

Su madre, asumo que lo es, está de rodillas ante Jesús Sacramentado y lo que me hace observarlo es que este niñito, cuya cabeza no alcanza la parte superior del reclinatorio, la imita, ora con los ojos cerrados. Yo, también, me postro y cierro los ojos.

Minutos más tarde, me levanto para ir hacia la capilla de la Virgen. Allí vuelvo a encontrarme con el niño y su madre. Ella, de nuevo, ora muy concentrada. A su lado, aún de pie, su hijo parece que la imitará, como lo hizo antes en el Santísimo. Detrás de ellos, busco dónde colocarme, entonces, el niño voltea y me indica que baje la cabeza, parece que quiere compartir un secreto. Me inclino, curiosa. “Agárrame ahí que voy a orar”, dice. Y, de repente, tengo en las manos un dinosaurio, un rinoceronte y un cocodrilo de goma que le estorbaban para unir sus manitas en actitud de oración.

Sorprendida, y conteniendo la risa, permanezco quieta. Pienso que si la madre gira, y me ve con las cosas de su hijo, podría creer que trato de robárselas. De modo que espero a que el niño de los rizos termine de orar. Lo hace pronto. Tras recibir los juguetes, vuelve a hablarme, en susurro, de manera que la señora nunca se entera de nuestras dos conversaciones.

Me muestra el dinosaurio. “Mira- dice- abre la boca”. Y tira de las fauces de goma que, efectivamente, se expanden. Solo se me ocurre exclamar, “¡Guao, sí!”, y vuelvo a sonreír fascinada ante su candidez e inocencia. En eso, la madre se pone de pie, lo toma de la mano y se lo lleva. Tengo el impulso de preguntarle cómo se llama, ya sé que escribiré sobre él, pero no quiero asustarla, y decido que es solo un ángel que me devolvió la alegría y el asombro, un regalo inesperado, el Día de Navidad.

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