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FÁBULAS EN ALTA VOZ

La última fábula del año

¡Cuánto aprendizaje en este año al que le quedan muy pocos días! Durante este 2018 aprendí que mientras más pasa el tiempo mayor es la oportunidad que tenemos de reivindicarnos, de reconciliarnos con quienes nos rodean, de amarnos los unos a los otros, y en fin, de vivir la vida apegada a los designios del Señor. Este año aprendí a dejar ir, a esperar el tiempo de Dios que es perfecto, a valorar a quienes se lo merecen, aun no sean esas personas que están más cerca de ti. Aprendí a no juzgar sin saber, a tener contacto con una persona antes de emitir juicios sobre ella. A observar lo bueno y positivo de cada quién, sin detenerme a criticar sus fallas. Aprendí a aceptar al otro como es y a respetar las decisiones de los demás sin querer imponer la mía, no importa cuán equivocado esté el otro.

Aprendí a copiar lo bueno de cada una de esas ciudades fabulosas que visitamos durante este 2018, donde pudimos ver cómo en nombre del amor divino las cosas fluyen dejando los mejores resultados. Cómo allí podemos vivir una vida plena, alejados de la vanidad, la crueldad, la envidia, las ansias de poder, la prepotencia, el irrespeto, y todos esos antivalores que se roban la paz de la humanidad y no aportan para que consigamos regocijarnos con nuestro Señor Jesús. Aprendí a seleccionar todas esas cosas positivas que hay en nuestras ciudades fabulosas para hoy tener los suficientes conocimientos y asumir una mejor actitud frente a la contribución que todos debemos hacer para afrontar los retos y desafíos que traen los nuevos tiempos. Aprendí a poner de mi parte para ser una ciudadana responsable y solidaria en una sociedad que pide a gritos la unión de todos para poder caminar con pasos firmes hacia los cambios positivos que urge implementar en el mundo, particularmente en nuestro país. Aprendí que una feliz Navidad no es disponer de comida en la mesa, de una fiesta divertida o de dar y recibir el “mejor” regalo, sino de estrechar la mano a tu prójimo, de perdonar, de amar y hacer el bien sin mirar a quién. Pero sobre todas las cosas, aprendí en esta última fábula del 2018, que aunque no haya ganado Las Águilas, hay muchos años por delante, en los que espero que todos tengamos el placer de querernos y desearnos una feliz Navidad y un 2019 que nos regale una verdadera ciudad fabulosa. ¡Felicidades!

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