El mal halado pacto

La alegría de Emma se desbordó fuera de mis predios en cuanto se enteró de que el Gobierno no firmaría el mal halado pacto por las migraciones propuesto por las Naciones Unidas.

Salió a la calle entusiasmada, cantando el Himno Nacional a voz en cuello, y se unió a un grupo de patriotas que celebraban la buena nueva. Cuando llegó cansada y estropeada, pero satisfecha y alegre, brindamos con una botella de cava que yo guardaba para ocasiones especiales y volvimos a cantar el Himno, luego Emma se retiró a su aposento, con el corazón rebosante de amor patrio.

Así nos sentimos todos. Con el ánimo y el corazón en vilo, nos habíamos mantenido haciendo presión por todos los medios a nuestro alcance, para forzar al Gobierno a que rechazara semejante pacto que nos anularía como nación. Las redes sociales ardieron, la prensa escrita y radial puso el grito en el cielo y la población, indignada, mantuvo las luces de los vehículos prendidas como señal de protesta en las calles.

El Altísimo recibió las súplicas de un pueblo entero, unido como hacía mucho no lo estaba. El milagro se produjo; Emma y yo celebramos y la época navideña volvió a tomar sus colores.

Mi morena cocinera no tolera atentados contra la patria, por esto hasta renuncia a los festejos decembrinos y está dispuesta a tomar las armas y ¡Dios libre al que se atreva a enfrentarse con ese torbellino!