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COSAS DE DIOS

¡Estoy usando Whatsapp!

El estado de muchos usuarios, de la popular aplicación Whatsapp, dice la siguiente frase: ¡Estoy usando Whatsapp!, entre signos de admiración, como si fuera una buena noticia. Me molesta tanto entusiasmo porque, en múltiples oportunidades, lidio con personas que utilizan sus teléfonos en momentos destinados para cumplir con otras tareas.

Por ejemplo, voy temprano a misa y, apenas regreso a mi casa, la empleada del servicio doméstico sale corriendo de su cuarto, a donde ha permanecido, pese a estar despierta, revisando los videos que le llegaron en la noche o los mensajes que se perdió en esas horas terribles, ¡qué pena tener que dormir y no poder permanecer conectados, como nuestro celular!, en que cerró los ojos para descansar pero su incansable lista de chats continuó funcionando.

En la expresión de su rostro, durante su salida apresurada rumbo a la cocina, para ponerse a hacer lo que debió iniciar una hora antes, leo la frase que ya les mencioné: “¡Estoy usando Whatsapp!”. Acto seguido, viene a mi encuentro mi hijo mayor, con la misma premura, a saludarme, para hacerme ver que no está conectado a las siete de la mañana, que no es un esclavo de la tecnología. Otra vez, nada impide que yo vuelva a captar, en esa mirada luminosa que amo, la odiosa frase, sí, “¡Estoy usando Whatsapp!”.

Que se repite en el rostro de los muchachos del centro de copiado a donde voy a imprimir, casi siempre con prisa, algún documento. Pero debo esperar, haciendo ejercicios de respiración, mientras ellos, en lugar de mirarme, observan, con una media sonrisa, la pantalla de su teléfono móvil, hasta que se enteran de mi presencia y, con dolor de su alma, así lo demuestran sus caras de pocos amigos, se deciden a preguntarme “¿qué desea realizar?” Y a mí, lo que me parece escuchar, por su tono de voz, es “¿por qué me interrumpe mientras estoy usando Whatsapp?”

Lo mismo ocurre en salones de belleza, tiendas de ropa, oficinas del gobierno o cuando requieres a vigilantes de estacionamientos, nada se escapa a esa ocupación, muchas veces, infructífera, inútil, a la que dedicamos largas horas de nuestro tiempo, porque, debo ser honesta, yo también uso Whatsapp.

Y pienso que el día en que nos corresponda dar cuentas sobre los dones recibidos en este mundo y los frutos obtenidos con ellos, que están muy ligados al uso de nuestro tiempo, tal vez, nos enteremos que nos perdimos la Vida Eterna por estar usando Whatsapp. Imagino que algunos preguntaran, al llegar al infierno, si hay Wi-Fi.

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