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A una hora de la capital: almorzando en Juan Dolio

Plato. La ensalada capressa llama la atención del paladar.

Plato. La ensalada capressa llama la atención del paladar.

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

Es un día de semana: miércoles para ser más precisa, cuando después de muchísimos años regreso a Juan Dolio, específicamente a la zona antes llamada Villas del Mar (nombre que le fue dado por el iniciador de su desarrollo, Candito Alma). Hacia esta me trae mi hijo Alexis. Muchas cosas han cambiado: unos hoteles han cerrado, otros han abierto. Alguno se mantiene. Hay aquel que parece estar en proceso de remodelación: el pionero del lugar, el Hotel Playa Real, que luego varió de nombre y dueños. Unos metros más allá un edificio en construcción y algo más lejos una torre en similar estado. Ambos paralizados. Pese al aparente avance turístico me da la impresión de que hay ahora menos tiendas en las plazas, pero sí mayor número de restaurantes. Pequeños y agradables.

Antes de seleccionar dónde almorzar pasamos junto a varios. Entre ellos Paladart, donde ofrecen tapas y parrillada argentina; Giulia, que está cerrado por vacaciones y al cual recuerdo iba a menudo a tomar un delicioso cappuccino: y El Mesón, con varias décadas dando muy buen servicio. Entro a echar un vistazo. Aunque quiero comida de calidad y aire acondicionado, mis ojos necesitan claridad. La claridad que abunda en un área playera. En este, sin embargo, la iluminación es algo tenue para lo que apetezco. Seguimos buscando. Tras mirar las fachadas de varios más nos apeamos delante de Sal Marina. ¡Este es! Aquí me quedo. Funciona en una plaza donde el resto de los locales está ocupado por oficinas del Hemingway. Me pregunto si el restaurante tendrá algo que ver con la empresa hotelera, uno de cuyos edificios le queda al lado.

En la terraza techada con toldos hay un número de mesas que no cuento. En su interior son cuatro, de color negro con mantelitos individuales en tonalidad azul y sillas blancas. Las servilletas de papel vienen enrolladas dentro de un pequeño cubo de metal azul celeste. En el entorno todo es claridad. Lo que quería. Entre los adornos y cuadros en los muros llama mi atención la madera rústica donde, bajo el dibujo de una copa con vino tinto, dice en inglés “Keep calm and drink wine” (Mantén la calma y toma vino). En cuanto a la bebida, antes le hubiera hecho caso. Ahora el vino me hace daño.

Tanto Alexis como yo solo queremos ensalada. El menú enumera seis variedades. Podemos elegir. Eso pensamos hasta que ordenamos las elegidas y el mozo indica que no tiene. Es que, explica, “no hay lechuga. Se acabó el fin de semana. Ahora mismo de ensalada la única que tengo es la capressa”. ¡Ni modo! Me decanto por esta. Trae mozzarella fresca, tomate, berenjena, con aceite de oliva y pesto. El precio RD$ 350.00. Alexis, en cambio, ordena envoltinis de berenjena: rollitos de berenjena a la plancha rellenos de queso de cabra, en salsa pomodoro gratinados con mozzarella y pesto. También por RD$ 350.00. La preparación de los platos toma algo más de lo previsto. Quizás 20 minutos o más. La espera, sin embargo, vale la pena. La buena presentación me sorprende. En cuanto a la comida, el sabor está a nuestro gusto. De postre hay pocas opciones. No están escritas. Las dice el camarero. Olvido la dieta saludable y elijo papaya carpaccio: finas lascas de lechosa bañada en syrop acompañadas de helado de vainilla RD$ 195.00. De colofón, un antojo: café expreso descafeinado. Imaginé no tendrían. Me equivoqué. Además, viene acompañado de distintos tipos de azúcar en una bien preparada bandejita. El lugar da la talla.

Fachada. El restaurante Sal Marina funciona en una pequeña plaza de Juan Dolio.

Decoración. El color negro resalta tanto en los cuadros como en las mesas del restaurante.

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