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FOLCLOREANDO

La gente quiere poner precio

La gente que compra un artículo o servicio quiere ponerle el precio al mismo, y algunas veces me he echado a reír, porque si esas personas supieran lo que es hacer una artesanía, impartir clases, hacer un diagnóstico no pidiera rebajas ni esperara una oferta. Y que conste, no me estoy refiriendo a la venta de jarros, ollas, papel higiénico, etc. ¡No! Me estoy refiriendo a lo que es creativo, a lo que se aprende por estudio, experiencia, y que deja huellas, ya sea identitaria o en el ser humano. No pido rebajas cuando compro un par de aretes que han sido elaborados con creatividad, o un instrumento folklórico musical cuyo trabajo se debe valorar porque de eso es que viven los portadores de tradiciones; nunca me quejé cuando inscribí a mis hijas en una escuela de idiomas y pagaba por adelantado, porque sabía que era un centro de enseñanza de calidad. Las ofertas no me gustan mucho, porque tienen su “cocorícamo”, prefiero no aceptarlas cuando tiene que ver con enseñanza, en vista de que es con seres humanos que se va a tratar no es con ollas ni jarros, que pudieran comprarse al tres por uno. He tenido varias experiencias de este tipo, cuando me llaman para solicitar informaciones de mis cursos de baile y me preguntan que si puedo rebajar el costo porque son tres personas, y le contesto que cada persona tiene dificultades diferentes y que si va al médico tienen que pagar por paciente aunque sean cuatro hermanos, porque cada persona tiene dolencias diferentes. Se quejan del precio, que es por adelantado, sin embargo pagan “un dineral” para un viaje a “Disney World” o un crucero para celebrar los “15 años”, mientras que a la persona que se le brinda ese tributo no conoce su cultura musical, aprendió de forma rápida un vals o un merengue, junto a su séquito y lo que parecen es robots bailando sin criterio. Esos padres son los mismos que inscriben a sus hijos en ballet clásico y no tienen nociones de los bailes folklóricos de su país, como también chef que viajan al extranjero a aprender sobre la “alta cocina” y no saben la diferencia de un pan de maíz y una arepa o de una sopa y un sancocho. ¿Qué les parece?

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