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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Jorge y su media yarda de tela

Como todo el que conoció de cerca a Jorge Diep, estoy muy triste por su partida. Me duele no tanto porque se haya marchado a los brazos del Señor, pues sé lo bien que se ha de sentir en su regazo. Me aflige el hecho de que se marchó con temas pendientes, sobre todo, con la intención de seguir aportando al sector de la moda de República Dominicana y a la unión de todos sus colegas. La noticia de su fallecimiento trajo a mi mente muchos recuerdos. Y dentro de ellos, cómo olvidar la media yarda de tela que tenía para hacerme un traje. Les cuento que así me decía cada vez que me veía: “Marta, recuerda que tengo media yarda de tela para hacer un gran traje”. Era imposible evitar la risa. La última vez que nos vimos, me dijo: “Uff, estás tan flaca que creo que el vestido se te puede hacer con una cuarta de tela”. Así como bajó la cantidad de la textura aumenta la risa. Lamentablemente, nunca fui a hacer uso de aquel ofrecimiento sincero. Siempre le respondía lo mismo: “Jorge, tranquilo, mientras más flaca soy, menos necesito llamar la atención con una obra de arte como las tuyas. Con estas dos libras hay que mirarme obligado”. Me parece verlo reír con su singular toque de “picardía”. Siempre de frente, siempre dispuesto: “No hablo de nadie, me gusta dar la cara”, “que se ponga guapo el que quiera, pero las cosas hay que decirlas”, “siempre estoy para los amigos”... Esas frases las escuché tanto de su boca, y las vi concretarse en sus acciones. Porque cuánto bien hizo Jorge Diep en lo personal y en lo profesional. Quienes lo conocimos sabemos que su grandeza era doble: un gran ser humano y un gran diseñador. Hombre emprendedor, de gestos nobles, visionarios y atrevido. Sí, así como lo leen. Teniendo solo el deseo de hacer las cosas, se atrevía a darle forma y a convertirlas en realidad. Por eso nunca dudé que fuera capaz de confeccionarme un traje con una yarda de tela, pues era experto en hacer “magia” para que las cosas sucedieran. Lástima que sus dotes de mago no fueron suficientes para durar un poco más en la tierra y poner en orden todo lo que quería. Me conforma saber que allá, en esa ciudad fabulosa donde ahora se ha marchado, tendrá el tiempo suficiente para seguir estando en paz con el Señor, a quien siempre decía temer. Ojalá que cuando nos reencontremos, aun tenga la yarda tela para hacerme mi vestido, mientras seguimos disfrutando de su legado. En paz descanse Jorge querido.

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