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“El placer de contar historias”

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Clidia Díaz y Gabriela LlanosSanto Domingo

“Él decía muchas cosas, incluso oraba; a nadie en particular, pero oraba”. Leemos esta frase en la camiseta de Rodolfo Báez, el coordinador del Taller Literario Nuevos Narradores de Santo Domingo.

La frase le pertenece José A. Beltrán, uno de sus miembros más activos, “que es ciego y no le gusta que le llamen invidente”, nos advierte Rodolfo, mientras nos acomodamos en un pequeño círculo compuesto por una representación de los talleristas que cada viernes, durante dos horas, se reúnen en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña para producir juntos (un total de cuarenta miembros) la magia de la creación literaria. “La gente utiliza camisetas con una cantidad de disparates que ni siquiera entiende, escritas en inglés, en alemán o en mandarínÖ Poner un texto breve de un dominicano nos parece un regalo para quien las usan y para quien las ve”, agrega Báez, poniendo un especial acento en el compromiso que supone para ellos la formación y la merecida trascendencia de los escritores dominicanos.

El Taller Literario Nuevos Narradores comenzó hace ocho años por una iniciativa del Ministerio de Cultura y de la mano de Valentín Amaro y Eulogio Javier, atendiendo a una necesidad que advirtieron en la ciudad de Santo Domingo, donde había muchos talleres de poesía pero ninguno en el que se enseñara y se practicaran las técnicas del relato breve. “En nuestro país hay una tradición de poetas; de hecho, dentro de nuestras obras clásicas hay más poesía que novelas”, nos explica Daniel Polanco, aspirante a convertirse en el próximo coordinador del taller. “Tenemos un swing en la sangre, una musicalidad que nos lleva a la poesía. De poeta y loco todos los dominicanos tenemos un poco”, apostilla Rodolfo Báez.

Mecánica Los viernes del taller comienzan a las seis de la tarde. El grupo dedica la primera hora a la teoría, se designa a alguno de los miembros para que exponga un tema que ha preparado previamente y después, durante la segunda hora, se leen los textos de los integrantes para someterlos a la corrección grupal. “Este es el momento para comentar si el personaje nos parece flojo, si la trama no se entiende o si advertimos problemas con la técnica”, comenta Niurka Herrera, exatleta y tallerista desde hace cinco años. Se suma Mildred Rodríguez, de las más jóvenes del taller, para contarnos que el programa se divide en dos semestres en los que se determinan los contenidos a estudiar, se seleccionan los libros de consulta y a los talleristas que los irán exponiendo a lo largo del año. Tienen muy claro que a escribir se aprende escribiendo pero, y en esto son irreductibles, reconocen la importancia de acercarse a los grandes cuentos clásicos y contemporáneos. Orly Rodríguez, antigua subcoordinadora del taller, nos cuenta que están elaborando “una lista de los mil cuentos que se deben leer para pertenecer al grupo”, que ellos aportan también en un formato de audio y se pueden disfrutar en la página web del taller www.tlnsd.org. Los primeros cien relatos son grandes clásicos: “Donde su fuego nunca se apaga” de May Sinclair, “El escarabajo de oro” de Edgar Allan Poe, “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, “El Indio Manuel Sicuri” de Juan BoschÖ “A mí me gusta leer el libro en físico”, opina Víctor Escarramán, tallerista veterano, “puedo subrayar, pelearme con el autor, con el personaje; el libro es como un amigo y una herramienta de aprendizaje”.

Los miembros del Taller Literario de Nuevos Narradores de Santo Domingo tienen una ambiciosa misión: convertirse en el grupo gestor y formador de nuevos talleres literarios que se vayan constituyendo en el país, aunado a la preocupación por el desarrollo y la trascendencia de los escritores que de allí surjan. Sueñan con tener un espacio propio (“que diga nuestro nombre en mayúsculas”), con crear una maestría en escritura creativa, con seguir sumando premios y publicaciones de todos sus miembros (que ya son muchos en poesía, ensayo, cuento y novela), y con repetir aquella imagen que capturó el talento de Daniel Mordzinski, el afamado fotógrafo de los escritores, que les inmortalizó dando saltos con los brazos abiertos, porque ellos saben que para construir las mejores realidades, primero hay que soñarlas.

Gabriela Llanos @gllanosg gabriela.llanos@gmail.com Clidia Díaz @clidiadiaz clidia@yahoo.com

((Talleristas “Acercando al pueblo a la lectura” Rodolfo Baéz trajo de Madrid una idea que se le ocurrió saliendo de la feria del libro: “estaba en el metro, llenísimo, me montaron a empujones, casi me pegaron contra la pared. Ahí me encuentro un fragmento de un cuento de Benedetti y me digo ¡Yo quiero llevar esto a mi país!”. Tan pronto bajó del avión se puso en marcha, contagiando al grupo y al director del metro con su “loca idea”. El proyecto original contemplaba colocar fragmentos de los cuentos publicados por los talleristas y sus fotografías, pero luego le agregaron movimiento: decidieron ir de vagón en vagón para narrarle cuentos a los viajeros. Desde entonces, esta manifestación cultural se realiza anualmente para conmemorar el natalicio de Juan Bosch. Se enorgullecen de la gran aceptación que han encontrado entre los pasajeros, incluso en una ocasión al llegar al final de la estación Mamá Tingó en Villa Mella, “la gente no se quería bajar porque alguien estaba leyendo un cuento de Bosch“. Actualmente, el nuevo director del metro les cedió un espacio en la estación Casandra Damirón, que llamaron estratégicamente “La lectura nos mueve”, en el que se reúnen un par de veces a la semana para realizar las tutorías del taller.

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