Santo Domingo 28°C/28°C scattered clouds

Suscribete

COSAS DE DIOS

A la amiga de mi amiga

Escribo esta columna para la amiga de una amiga. Esta última quiere que yo le explique a la primera por qué debe rezar el Rosario. Empecemos por contarle que yo no lo rezaba, que me parecía un asunto de viejitas sin escolaridad y me preguntaba cuál era su sentido, como ella.

Ahora, ya sé que se trata de la oración más completa que existe. Una reflexión, detallada, sobre la vida de Jesús. Los misterios narran el anuncio de su llegada, su nacimiento, la sabiduría que mostró en su niñez, su humildad al bautizarse y cómo Dios, entonces, desde el cielo, lo identifica. Describen, su transfiguración maravillosa en frente de tres discípulos, durante la cual se presentó ante ellos como el ser lleno de luz que es y no con su aspecto humano y cómo, con esa, su verdadera vestidura, conversa frente a frente con los profetas Moisés y Elías, que ya están en el cielo. Y su anuncio del advenimiento del reino de Dios, con el que invita a la conversión.

El Rosario recoge, entre otros pasajes de su vida, cómo Jesús llegó al colmo de asumir nuestra fragilidad. Sudó sangre ante la perspectiva del calvario que debía enfrentar, y pidió a Dios, como cualquiera de nosotros lo haría, que, de ser posible, lo eximiera de esa prueba. Pero terminó su oración diciendo que se hiciera la voluntad del Padre y no la suya. Y muestra su calvario inmerecido y sin ningún beneficio para Él, salvo porque era la vía para salvarnos a nosotros, a la vez, hijos y hermanos suyos. Y su resurrección, la noticia que le da sentido a tanto sufrimiento, y nos brinda una esperanza, una razón para vivir, para actuar de la manera correcta, para aceptar las pruebas, para creer en Dios y luchar por nuestra propia resurrección.

Y en todo esto que nos cuenta el Rosario está María, como intercesora del primer milagro en de las bodas de Caná; como la mujer que el Apocalipsis describe pisando la cabeza de la serpiente. La portadora del misterio del nacimiento de Jesús, proclamada por el Ángel Gabriel como “la llena de gracia”. La única que no dudó ante el llamado, incomprensible, que recibió pese a ser casi una niña. La que no se apartó del Plan de Dios ni del lado de su hijo. La que seguía a Jesús, estuvo al pie de la cruz y, cuando Él partió al Padre, permaneció junto a sus discípulos y junto a ellos, en Pentecostés, recibió el Espíritu Santo.

El poder de esta oración, anunciado por la virgen en todas sus más recientes apariciones, es un misterio, demostrado por miles de testimonios, que solo Dios puede explicar.

En lo personal, no me extraña que el arma más poderosa de los cristianos, como la han llamado los últimos cinco Papas, sea aquella en la que conocemos a Jesús de la mano de María. Ella, el Arca de la Alianza, porque guardó en su seno al mesías, la que pronunció el sí que trajo la salvación al mundo, merece que Dios le otorgue ese honor. En mi experiencia, doy fe de la eficacia de esa oración, por eso, inicio cada mañana con un Rosario en la mano, mis hijos son testigos.

Tags relacionados