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COSAS DE DIOS

Lo que piensa esta garza

Nunca he considerado simpático al cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez. La primera vez que hablamos, en 1992, me llamó “garza”. Él presentaba un libro a favor del Descubrimiento de América y yo, una reportera novata, le pregunté por qué, solo 25 años después de aquel hecho, los nativos ya habían sido exterminados de la isla. Me respondió, descalificándome, que él no gastaba pólvora en “garza”. Pero no se contuvo, dio una declaración, justo lo que, como periodista, yo buscaba.

Al parecer, él no le permitía a Dios moldear su carácter y amortiguar su lengua afilada, hiriente. Eso le granjeó enemigos abiertos, los menos, y encubiertos, los más. Yo pensaba, la verdad, que él le hacía un flaco favor a la causa católica.

La primera vez que lo percibí desde otra óptica fue durante la confirmación de uno de mis hijos. Reconozco que escuché su homilía, por obligación. En ella dio una cátedra sobre cuatro de los sacramentos de la Iglesia: bautismo, comunión, confirmación y matrimonio. Lo hizo tan bien que logró captar la atención de decenas de jovencitos a los que observé callados y atentos, incluido mi hijo.

La segunda vez, ya se había retirado. Alguien, a quien tampoco le simpatizaba, me contó, sorprendido, que este religioso se sostiene gracias a la ayuda de amigos, una ayuda que comparte con ancianos necesitados. Su ausencia de los medios, dejando el espacio al nuevo arzobispo, también, me tomó por sorpresa junto a su renuencia a recibir homenajes, tras desaparecer de la vida pública.

Hace poco, cuando una mujer aseguró que era madre de un hijo suyo, y reclamaba ayuda de la Iglesia, aposté a que saldría gente en tropel a defenderlo. No ha sucedido así. Pese a que resulta sencillo. Ella no tiene hijos, lo admitió luego que sus padres hicieran la aclaración pública, y nadie que dice la verdad utiliza como argumento principal una mentira. ¿A quién se le ocurre, entonces, inventarse una historia tan fácil de desmontar?

A mí no me parece que esta mujer sea una persona malvada, más bien, luce con algún tipo de perturbación, solo eso explica su torpeza al involucrar miembros de su familia. Pero, pese a ello, encontró eco en algunos y silencio en otros. Tampoco ha levantado la voz, para defenderse, el cardenal, un hombre enfermo y a punto de cumplir 82 años.

Ignoro si López Rodríguez rompió, alguna vez, su promesa de celibato, es un ser humano, eso lo tiene que hablar con Dios, pero me asombra su silencio que indica un cambio en su carácter. Esta “garza” cree que al erudito de lengua afilada debe haberlo transformado ese Dios a quien le ha servido durante 57 años, nos guste o no su estilo.

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