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COSAS DE DIOS

El cielo es de las mujeres

Pese a los miles de años de historia de la humanidad, la equidad todavía es un sueño. En la tierra, los hombres aún mandan. Pero yo juraría que, como la justicia divina es perfecta, el cielo es de las mujeres.

Igual que ocurre en las iglesias, allá debemos ser mayoría. De seguro, han sido mujeres las que llenaron el paraíso de flores y las que confeccionan los trajes de los ángeles, tan increíbles, que quienes afirman haberlos visto, han quedado deslumbrados.

Como lo ha hecho aquí, en este planeta, al hacernos cargo de la más difícil de las misiones: criar los hijos, también, en el cielo, de seguro, Dios nos ha responsabilizado de cuidar, acoger e instalar a los recién llegados. Y no dudo que sea una mujer la que mantiene la lista al día para impedir que a San Pedro se le vaya a colar alguien no invitado.

Tienen que estar integrados por mujeres los coros celestiales y, ser mujeres, la mayoría de quienes, extasiadas, sin hacer otra cosa que contemplar el rostro divino de Dios, permanecen a sus pies. Son mujeres, lo sé. Como las que veo organizando viajes, rifas y bingos para recaudar fondos y restaurar templos. Las que celebran catequesis y preparan así el futuro del cristianismo educando a los sacerdotes monjas y laicos del mañana. Como las que se desgarran el alma para ofrecer sus testimonios más íntimos frente a auditorios repletos de gente necesitada de conocer que Dios es capaz de obrar y salvarnos en medio de la mayor de las tormentas. Las que repiten, para quien quiera escucharlas, que los milagros existen y reparten boletines en las iglesias, leen La Palabra, limpian los bancos, en fin, cuidan cada detalle para las misas y trabajan, sin descanso por difundir el mensaje de evangelización en el mundo.

En la tierra, el Papa y los obispos, todos los sacerdotes, son hombres. Pero, con el perdón de nuestros pastores, así como dice La Biblia, que seremos como ángeles en el otro mundo y que no habrá esposo ni esposas, pienso que, de ese mismo modo, otras cosas serán distintas.

Así como Dios dejó aquí, en la tierra, en manos de una mujer, la decisión sobre la llegada de Su hijo a este mundo, y de ese modo, también, la historia de la salvación de la humanidad, en el cielo, la mano derecha de Dios no creo que luzca bigotes, me inclino por pensar que lleva faldas y que, en el paraíso, también, como en las iglesias, la mayoría de los congregados son mujeres, pero allá sí, mayoría manda, sueño yo.

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