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COSAS DE DIOS

Ofrendar dolor

Cuando nos duele la cabeza, el impulso natural es tomar un calmante para mitigar la molestia. Pero si alguien nos dijera que aguantemos el dolor con el fin de ofrecerlo como una vía de purificación, nos sonaría raro. Y si comparamos la molestia de una cefalea con el dolor de un cáncer terminal, asumo que la primera es una tontería. Pues, les cuento de una moribunda que aprendió a ofrendar a Dios el dolor terrible que sentía, producto de un cáncer devastador. Ella lo ofrecía por la salvación de los suyos y del mundo entero,

En lugar de presionar a la persona que la cuidaba, para que corriera a inyectarle un calmante, le pedía que esperara un momento, que le permitiera sentir ese dolor, para ofrendarlo.

Milagrosamente, esta mujer pasó los últimos cuatro días de su vida sin sufrir. El dolor no regresó, murió en paz.

Cuento esto a propósito de unas reflexiones que escribió mi hermana Idalgisa, de la Comunidad Emaús, Parroquia Jesús Maestro, sobre cómo Dios es capaz de sacar algo bueno para nosotros, aun de las enfermedades.

Idalgisa recuerda que, según la Biblia, “para quien ama a Dios, todo obra para bien”. Y, en ese todo, están incluidas las enfermedades catastróficas, dice. Leamos lo que plantea sobre lo positivo de un momento tan difícil, experiencia que ella ha vivido

“Pienso que, cuando estamos enfermos, debemos ejercitar nuestro corazón y mente. Buscar la parte positiva de lo que nos acontece. Todo tiene un propósito de Dios. Una enseñanza. Y la enfermedad no escapa a ello. Pues cada enfermedad tiene una lección de fortaleza, paciencia, confianza y espíritu de espera.

Cuando llevamos nuestras enfermedades de la mano con Jesús, aprendemos mucho. Vemos el propósito de Dios, el por qué.

No debemos rechazar la enfermedad. Ella entra a nosotros sin nuestro permiso y se va cuando quiereÖ Es un misterio. Pero el aceptar con paz lo que pasa nos ayuda a sobrellevarla de la mano del Amado.

Pienso que debemos de recibirla como a un amigo. Ha venido a nosotros y, mientras dura el proceso, si la aceptamos con paz, la relación es más apacible.

También es bueno hablarle con autoridad. Sabiendo que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Dios no nos manda las enfermedades, y si les permite que lleguen a nosotros, es por nuestra liberación y salvación. Esto es difícil de aceptar pero no imposible.”

Como Adalgisa, he sido testigo de la gran diferencia que representa para un paciente llevar su enfermedad con Dios y no renegando de Él. Esperemos que seamos capaces de ofrendar nuestro dolor cuando, como habrá de suceder en algún momento, la enfermedad nos toque.

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