COSAS DE DIOS

La funda

Camino por el parque con mi hijo, que va a su ritmo, detrás de mí. Observo el entorno, reflexiono y, a veces, converso con Dios. Esto último, lo hago aunque me asalta la duda de si, en verdad, nos oye cada vez que le hablamos. Comprobé que sí.

Resulta que, durante mi paseo, reparo en el esfuerzo de los empleados del Ayuntamiento del Distrito que barren, recogen desechos y podan la hierba. En los más de veinte años que llevo visitando el Parque Mirador Sur nunca había sido testigo de tanto empeño por mantenerlo limpio.

Si llego tempranito, hay trabajadores que recogen desperdicios. A media mañana, también. En una ocasión, conversé con una empleada sobre ese enorme esfuerzo que hacen y la triste realidad de que el parque nunca luce del todo limpio porque la gente sigue lanzando plástico y escombros.

Esta señora me cuenta que, algunas veces, los visitantes tiran basura a escasos pasos de un zafacón y ella les ha sugerido que la echen donde va. Aparece quien le responde que está ahí para recogerla, que para eso le pagan. ¡Gente linda! ¿Verdad?

Pues, mientras camino, pienso en aquella conversación y me digo que individuos como esos han sembrado de plástico el parque, lo que afea una mañana cuya belleza no puedo dejar de admirar. El cielo, las nubes, los árboles y los pájaros parecen estrenar trajes nuevos.

Volteo para ver a mi hijo, a quien llevo al parque desde que era un bebé, es ahí cuando empiezo a hablar con Dios y le doy gracias por el regalo de permitirnos disfrutar de este lugar por el que, sin embargo, no he hecho nada. Así que me inclino y recojo un vaso plástico, luego, una fundita. Ya con las dos manos llenas, le digo a Dios que si tuviera una funda grande recogería mucho más desperdicios y le prometo que, la siguiente vez que regrese al parque, voy a tomar la precaución de llevar una.

Analizo el entorno, para buscar un zafacón, que por cierto ahora los encuentras en todo el trayecto de la Avenida de la Salud, cuando observo algo blanco entre la maleza. Me acerco y confirmo lo que creí ver. Se trata de una funda blanca, nueva y totalmente limpia. La tomo. Se llena, pero todavía hay más desperdicios en el parque. Le digo a Dios que, cuando vuelva, traeré otra funda para continuar el trabajo. Nada que, en ese instante, descubro una segunda funda entre los árboles, como la otra, limpia y nueva.

Ya me callé, Dios no solo escucha sino que te toma la palabra al pie de la letra, así que cuando hablas con él debes tener cuidado.

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