Espacio
El urbanismo debe ir paralelo a una ‘buena vida’
El arquitecto cubano Heriberto Duverger aseguró que el urbanismo de cualquier lugar del mundo debe coincidir con lo que se considera una “buena vida”, ya que es “la expresión de la vida de un pueblo”.
El arquitecto es uno de los ponentes de la Bienal de Arquitectura Latinoamericana organizada por la española Universidad de Navarra (norte).
Duverger, que durante 26 años trabajó en Cuba en los proyectos urbanos del Instituto de Planificación Física, reconoce que, “por una razón o por otra, por el bloqueo, por la insuficiencia, por todo”, en la isla no se vive a un nivel que pueda calificarse de “buena vida”.
“Se vive como se ha aprendido a vivir”, señala Duverger, quien explica que ese modo de vida está en el origen de un urbanismo, sobre todo en las ciudades grandes, como La Habana o Santiago, que “está reutilizando lo que quedó de otra vida, que fue la Cuba capitalista”.
Duverger, que también trabajó en Cuba como diseñador de muebles para la vivienda popular y en obras de arquitectura escolar y otros servicios urbanos, recuerda su ingreso en la escuela de arquitectura cubana un año después del acceso de Fidel Castro al poder en 1959, en un momento en el que “todo empezaba a abrirse con la idea de hacer un mundo nuevo”.
“Las revoluciones siempre tienen el proyecto de revolucionar el entorno donde se aplican”, subraya. “Yo era revolucionario porque era joven y quería construir, porque era arquitecto. Los tiempos me fueron favorables”, asevera.
Esa “revolución del principio de mi vida, que ya no es la de estos días” fue para el arquitecto cubano “una locura necesaria” que trató de modernizar el país tomando el urbanismo como herramienta para mejorar unas ciudades que hoy en día “están como para volver a revolucionar”.
Duverger utiliza el término “magnolución”, en referencia a las Escuelas Nacionales de Arte que se hicieron a principios de la revolución, a partir de 1960, que “fueron una desmesura, pero a escala del sueño revolucionario”, aunque, con el paso de los años, “terminaron como olvidadas”.
Se trataba, explica, de un proyecto de cinco grandes escuelas, aún inconclusas, que actualmente se intenta recuperar a través de un proyecto internacional, porque “son el testimonio de una época”, de “esos sueños de megalomanía que tienen las revoluciones cuando son muy jóvenes”.
