FÁBULAS EN ALTA VOZ

Recuerdos con colores

¿Quién dijo que cuando te transportas a otros tiempos, te conviertes en daltónico? Para nada. Hay recuerdos que tienen colores. Al menos los míos tienen. En estos días que nos acercamos a la Semana Santa pude comprobarlo cuando llegó a mi mente el rojo intenso de las habichuelas con dulces que hacía nuestra queridísima segunda madre: Zunilda, cariñosamente, Suna. También visualicé el verde natural que tenían sus gandules, el rojo vino de las remolachas que teñían las papas y huevos de la ensalada rusa por la que esperábamos todo un año. Y qué decir del blanco nieve del arroz, y del amarillo pálido del bacalao sin igual que preparaba para acompañar el banquete del Viernes Santo. Era una época que ponía de manifiesto el color de la inocencia y el apego a los valores familiares. No se hablaba de paseos con las tonalidades cristalinas de los ríos, el azul intenso de una piscina o el verde fresco de la montaña. En esa época vivíamos como en una ciudad fabulosa donde las tradiciones tenían el tono neutro de las tradiciones. Sí, ese que advertía que el arcoiris se componía por el respeto, la obediencia, los buenos modales, los principios familiares y sobre todo, por el amor a los elementos que definen tu identidad.

En ese lugar que sin lugar a duda, era fabuloso, el día anterior había que dejarlo todo dispuesto para dar forma a la propuesta gastronómica que tenía un gran protagonismo durante la Cuaresma completa, cuyo ritual comenzaba con la abstinencia de comer carnes los viernes a partir del Miércoles de Cenizas, el cual marca el inicio de la época. Es una tradición católica. En esos años, inolvidables por cierto, era de rigor evitar hacer oficios, salvo los que conllevaban la preparación de la comida. Si los hacías, podías quedarte pegado a la escoba, a los trastes... En fin, era vital prestar atención a estas salvedades, pues de no hacerlo también co-rrías e riesgo de no disfrutar de los hermosos colores que adornaban el banquete que Suna preparaba, al parecer con mismo sazón año tras año. Nadie tomaba el riesgo. En cierto modo, para entonces, la Semana Santa se esperaba para degustar un menú que hoy, en la transformada realidad, a mí me sabe a nostalgia, a tiempos que no volverán, y a añoranzas vestidas del verde esperanza que deja en nuestros paladares el tierno sabor de unos recuerdos con mucho color.

Tags relacionados