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Santillana del Mar: la villa de las tres mentiras

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Carmenchu BrusíloffSantillana del Mar

A 30 kilómetros de Santander, capital de la Comunidad Autónoma de Cantabria, se extiende recoleta con la prestancia de sus edificios históricos y artísticos, la villa de Santillana del Mar. Ante un cielo entoldado, sin un resquicio que deje ver un trozo de azul, hacia ella me dirijo en un taxi que conduce Luis Peña García. Por 55 euros me lleva, espera una hora y me trae de vuelta. (En autobús hubiera sido apenas cinco euros ida y vuelta, pero en un día de aguaceros y a causa de sus horarios no me conviene). En el trayecto, con mucha gracia comenta el chofer que Santillana del Mar es el pueblo de las tres mentiras: no tiene santa, no está en un llano, ni cerca del mar. (El municipio homónimo al que pertenece, sí está en el litoral).

En la villa, me apeo ante la oficina de Turismo. El taxista debe esperar en un estacionamiento aledaño, ya que al pueblo solo pueden entrar vehículos con permiso. La empleada de turismo me facilita un plano, al que con un bolígrafo traza una línea por la calle hacia la cual debo dirigirme. Salgo muy segura de encontrarla, pero no veo placa que la identifique, ni su nombre aparece en el plano. Dos lugareños acuden en mi ayuda. “Este plano si está raro”, dice el más joven, dándole la vuelta para mejor ubicarse. “AhÖ ya. Sí, ésta es la calle”. (Justo donde estamos).

Protegida de la llovizna bajo un enorme paraguas transparente que permite mirar y admirar todo lo que al alcance de mi vista se presenta, camino por la calzada empedrada. Desciendo por la ligeramente empinada calle Carrera (luego llamada Cantón y después Río), y para tomar una foto me refugio en la terraza de una construcción barroca del siglo XVII que aloja un pequeño multicentro: Los Hombrones, así llamado por ubicarse en la Casa de los Hombrones, aludiendo a dos soldados tenantes que, en el escudo, sostienen sus armas y el lema: Un buen morir es honra de la vida”.

Al proseguir mi andadura me sorprende, en medio de la calle y bajo un techo que lo cobija, un depósito de agua cual una gigantesca batea, de muy escasa altura. Busco sin resultado una placa identificativa. Tal vez la oculte algún charco. Me acerco a un uniformado: ¿Me puede decir esto qué es? Lo describe con detalle: “Un lavadero antiguo. Las mujeres se ponían de rodillas para lavar. Al lado estaba el abrevadero para el ganado”. Ahora lo entiendo. Mas, ¡qué difícil posición para restregar la ropa!

En esta calle de calzada empedrada, dividida en tres tramos (Carrera, Cantón y Río), he ido dejando atrás edificios de los siglos XV y XVI. (Muchas de las casas blasonadas de esta villa fueron construidas por los indianos: volvían ricos de América). Paso junto a tiendas de artesanía, de quesos artesanales y dulces típicos. Con toda el agua que está cayendo, difícil es cerrar el paraguas y entrar a disfrutarlos.

Un portón entreabierto de una tienda de objetos usados deja ver, entre ellos, un cartel del 1989 de Estados Unidos: Mardi Gras New Orleans. El comercio se anuncia como Antonio Cabrero. Debajo pone la palabra Brocante (comercio de objetos de ocasión, de menos de 100 años de antigüedad, generalmente de poco valor). El edificio de al lado, del siglo XVII, se identifica como Museo de Barquillero. En el mapa se la indica como Casa de los Abades y también Casa de la Archiduquesa Margarita de Austria. En la acera de enfrente, un edificio del siglo XVII: la Casa de los Quevedo y Cossío. Ahora es una sola casa, antes eran dos. Cada una mantiene su respectivo escudo.

Justo donde termina la calle y se abre la Plaza del Abad Francisco Navarro, se extiende la sobria fachada de uno de los más destacados monumentos de Santillana del Mar: la Colegiata de Santa Juliana, de estilo románico. Los muros orientales dan hacia la Plaza las Arenas. Su construcción data del siglo XII, aunque en siglos posteriores le fueron realizando reformas y añadidos. Tuvo su origen en una pequeña ermita de piedra erigida para conservar los restos de la mártir Juliana de Bitinia, los que, según relatos, trajeron unos monjes peregrinos desde Asia Menor (hoy Turquía). Del desaparecido monasterio Sant Iuliana o Sancta Luliana, tomó su nombre la aldea que hasta entonces se llamaba Planes, denominándose Villa de Sancta Illa. Hoy día, Santillana.

Para llegar a la Plaza Mayor, he de desandar mis pasos desde la Colegiata hacia el punto donde la calle Río se convierte en Cantón. A un residente pregunto si es éste el camino. “Sí. A la derecha y luego a la izquierda, en la calle Racial”. A los pocos minutos, en un muro está la dirección indicada. Subo por Racial, deteniéndome para mirar hacia atrás y contemplar el bucólico paisaje: verdes colinas que se elevan tras las casas de antigua arquitectura. (La altitud de la villa es de 82 metros sobre el nivel del mar).

El trayecto se hace un tanto más largo de lo pensado por ser cuesta arriba. En el entorno de la Plaza Mayor, hacia un lado se eleva una torre medieval gótica de tipo militar: la torre de Merino. Data del siglo XIV. Hacia la derecha, en un conjunto arquitectónico hay otra torre: la de don Borja, del siglo XV. Hoy aloja la Fundación Santillana. En medio de tantos edificios históricos resulta algo chocante que, en un cartel que reposa sobre la acera de una tienda de ropa, aparezca una romántica palabra: Amor, deslucida por sus letras desgastadas.

En la misma acera, con un edificio de por medio, está el Ayuntamiento, considerado uno de los edificios de más prestancia de la villa. Construido en sillería de piedra arenisca amarillenta a principios del siglo XVIII, sufrió posteriormente algunas reformas. A muy corta distancia, funciona un centro cultural en las casas unidas de la Parra (del siglo XVI) y del Águila (del siglo XVII), donde la escultura de un bisonte se difumina con el color de los edificios. (El bisonte es uno de los animales que más aparecen en los dibujos de arte rupestre en las cuevas de Altamira, a dos kilómetros de Santillana del Mar. Están cerradas al público, pero puede visitarse una réplica).

Lugares de interés en la villa Santillana del Mar En un mapa publicado por el Ayuntamiento de Santillana del Mar y el Gobierno de Cantabria, aparecen resaltados 21 museos y lugares de interés para el turista en esta villa. A saber:

ï Palacio de los Velarde. El ejemplo más destacado de estilo renacentista de la villa.

ï Colegiata de Santa Juliana. Levantada a mediados del siglo XII. Declarada Bien de Interés Cultural.

ï Museo de Jesús Otero.

- Casa de los Abades/Casa de la Archiduquesa Margarita de Austria. Construida a finales del siglo XVII.

ï Casa de los Cossio.

ï Casa de los Quevedo.

ï Casa de Los Hombrones. De estilo barroco, data del siglo XVII.

- Casa de Leonor de la Vega. Edificada a fines del siglo XV y reformada en el siglo XVI.

ï Palacio de Valdivieso. Construida en el siglo XVIII.

ï Torre de Don Borja. De origen medieval.

ï Ayuntamiento. En sillería de arenisca amarillenta, data del siglo XVIII.

ï Torre del Merino. De estilo medieval gótico militar.

ï Torre de los Velarde. De estilo gótico, construida en el siglo XV.

ï Casa de la Parra, del siglo XVI.

ï Casa del Águila, del siglo XVII.

ï Casa de los Barreda-Bracho. Del siglo XVII, hoy es parte de la red de Paradores Nacionales.

ï Casa de los Villa. Construcción del siglo XVIII.

ï Palacio de Perredo-Barreda. Del siglo XVIII, es considerado el más elegante palacio de la villa.

ïConvento de Regina Coeli. Fundado en 1592, hoy acoge el Museo Diocesano.

ï Convento de San Idelfonso. Construido en el siglo XVII, de estilo barroco.

ï Ermita de San Roque. Está en la calle Jesús de Tagle, pero de ella no aparecen datos.

Monumento. Esta imagen es de la Casa de la Parra, del siglo XVI. También forma parte de los puntos a visitar en el lugar.

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