TRIBUNA ABIERTA
Vida en el aula y prácticas docentes
“El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío”, Horace Mann (1796-1859), educador estadounidense.
La práctica docente es una compleja red de actividades y relaciones, abarca tareas simultáneas, variadas, numerosas, impredecibles e inmediatas en términos de formación que inciden directamente sobre el aprendizaje de los estudiantes.
La forma como se lleva a cabo la enseñanza influye significativamente en la capacidad de los estudiantes para educarse a sí mismos, es decir, para aprender. Los docentes, al desarrollar las prácticas de enseñanza, preparan ciertos repertorios que les permiten interactuar con sus estudiantes, orientarlos, llevarlos a la reflexión, con lo que se les está enseñando a aprender.
Desde esta perspectiva, la enseñanza tiene un sentido diferente porque enseñar es “enseñar a pensar”, orientando los procesos de construcción del conocimiento. Con frecuencia, en los diálogos que sostengo con mis estudiantes, les planteo que educarse es un asunto personal, un largo proceso formativo mediante el cual un individuo, si se compromete, consigue desarrollar una visión propia del mundo a través del estudio de una disciplina científica, artística o tecnológica.
Pero, para aprender se requiere esfuerzo y un serio compromiso con un proyecto individual y muy personal. En el proceso enseñanza-aprendizaje, ambos actores, docentes y discentes, tienen roles y responsabilidades definidas: el docente la de educar y motivar, ejecutando su práctica; el discente, autogestionar el aprendizaje que ha puesto en marcha el docente.
Todo lo que ocurre en el aula, la complejidad de los procesos y de las relaciones que en ella se generan, forma parte de la práctica docente.
Al maestro le compete marcar el inicio, la dinámica y la continuidad de la relación con el estudiante, porque es a él a quien corresponde generar un clima apropiado.
