¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

Pascua de Resurrección

Avatar del Listín Diario
Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Ayer fue el gran Domingo de la Resurrección del Señor. El día de la victoria de la vida sobre la muerte. “Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”! (Salmo 117) ¡Aleluya!

San Pedro, en la primera lectura de ayer, nos habla de cómo el propio Señor les permitió verlo después de su resurrección “pero no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos. Él, quien nos mandó a predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido en juez de vivos y muertos”. (Hechos 10, 34, 37-43) En los tiempos en que nos ha tocado vivir, debemos de tener bien claro que no es una ideología lo que tenemos los cristianos católicos, es verdaderamente un encuentro con ese Cristo Resucitado, al que nosotros también hemos comido y bebido, en cada Santa Eucaristía, como lo había mandado el propio Jesús en la última cena. Jesús cumplió con todo lo que había prometido. No nos defraudó. Está vivo y ¡creo!

Está también el testimonio de Juan (mi evangelista favorito), quien murió en la ancianidad, y que tuvo la oportunidad de compartir su experiencia con miles de personas que también creyeron. Todo el Evangelio de San Juan está lleno de testimonios sobre la divinidad de Jesús. Su relación personal con Su Padre, el que está en los cielos: “Si supieran quién soy yo, sabrían también quien es mi Padre”. (Jn 8, 19) Todo el capítulo 8 es un ejemplo de esta afirmación.

Juan, el evangelista, estuvo siempre al lado de Jesús, a quien Dios ha resucitado, y que para sorpresa de los que aún no creen, no se encuentra en el sepulcro, porque se robaran el cuerpo, como han querido pensar algunos. En este día, nos unimos a los discípulos que corren hacia el sepulcro y lo encuentran vacío. No tenemos siquiera que quedarnos afuera con nuestras dudas y temores; podemos acompañar al discípulo amado que entró y que “vio y creyó” (Jn 20, 8), y que comió con él después de su resurrección.

Pero si nosotros no hemos tenido un encuentro personal con ese Cristo Resucitado, no podemos entender esa Gran Gracia que es tener dentro de nosotros al Dios vivo y verdadero.

“La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte tu aguijón? El aguijón de la muerte es la ley. Pero, gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!” (1Cor 15, 54-57) Por tanto, ¡alégrense, ya hemos sido salvados por Cristo Jesús!

No hay mayor alegría que encontrarnos con ese Jesús que está vivo. Pero, eso significa que nuestra vida no puede seguir siendo la misma, como si Cristo no hubiera resucitado. Debemos morir al hombre viejo, al hombre que sigue viviendo en la ignorancia, en la maldad, como si Jesús no hubiera ya dado su sangre para salvarnos. ¡Viva Cristo Resucitado, Aleluya!

Tags relacionados