TERCER CAMINO
¡Ay mi país... qué pena!

Decía Duarte: “La política no es una especulación, es la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”. Qué lejos estaba su pensar puro de imaginar que en la Patria que él forjó el concepto se voltearía. De pura, la política se ha convertido en insana, y de digna de ocupar las inteligencias nobles, en el recurso que ocupa las mentes más podridas de nuestro país. Odio generalizar, porque aunque pocos, los hay con ideales limpios. Desafortunadamente la gran mayoría de nuestros políticos anda con el saco abierto en las manos, dispuestos a llenarlo con la mejor oferta, caiga quien caiga. Reparticiones, acuerdos de aposento, peleas por posiciones, alianzas para llegar, compra y venta de conciencias, búsqueda de patrocinio, y cuántas tretas más adornan nuestro panorama político. Así perdemos hombres de valía, como el maestro Mateo Aquino Febrillet, en episodios vergonzosos donde los que aspiran a tocar de la repartición de nuestra nación desde ya proclaman que lo mío es mío y nadie me lo quita, así tenga que matar. Y eso duele mucho. Si cada día se descubren nuevos enredos de corrupción a nivel de las altas esferas, donde se supone debe alimentarse la salud del pueblo, ¡qué cara dura es aspirar a que nuestros hijos y nietos crezcan en valores! ¡Ay mi país, qué pena!