COSAS DE DUENDES

Lástima

Santo Domingo es una ciudad con muchos defectos, problemas y fallas. Un lugar, a veces, poco amigable. Con aceras por las que los peatones no pueden caminar, están ocupadas o desbaratadas, y semáforos inútiles, debajo de ellos hay individuos los cuales adivinan cuándo deben pasar los vehículos y cuándo no. Se trata de una ciudad con muchos hoyos y más basura. Caótica y, para colmo, frita por el sol. Piense en el calor sofocante que nos agobia. Ahora bien, la capital de la República Dominicana tiene algo de lo que carecen urbes preciosas, limpias y organizadas. En estas calles de locos de Santo Domingo te topas, en cada esquina, con muestras de amor. Aquí la gente se abraza, se besa. Lo noté mientras caminaba. En un trayecto muy breve, menor a diez metros, observé a una pareja que se besaba; dos compañeros de trabajo, vestidos con el uniforme de un supermercado que, al encontrarse, se fundieron en un abrazo; una madre que acariciaba tiernamente a su bebé y un padre que aplicaba una “llave” al cuello de su hijo adolescente para, luego, atraerlo hacia él y besarle los cabellos. La nuestra es una ciudad donde la gente detiene el tránsito para saludarse. Hay quienes atraviesan una avenida, congestionada de vehículos, con el único objeto de estrechar la mano de un amigo.

O los que gritan de acera a acera cuando se encuentran con alguien conocido. Todavía aparecen personas que dejan un momento de lado sus asuntos, para explicarte una dirección. Que se apresuran a levantarte, si te caes. Compañeros de trabajo que cruzan por tu oficina solo para decirte: hola. Aquí es difícil que alguien muera en soledad y su cadáver aparezca convertido en un esqueleto, dos años más tarde, como en leí hace un tiempo que ocurrió con una pobre anciana en Londres. Aun nos importa el otro lo suficiente como para no dejar que haga con su vida lo que le dé la gana. Aquí, cuando caminas, como me sucedió el día en que decidí escribir esta columna, encuentras gente que no teme a tocarse, y eso le hace falta a muchas metrópolis espectaculares de otros países. Si existiera un ranking de ciudades donde se evidencian las muestras de afecto, andaríamos en un buen puesto. Lástima que lo que se mide es el desarrollo y la urbanidad.

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