¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?
¡Señor!, ¡que todos seamos profetas!

Hoy, último domingo del mes de septiembre, las lecturas tienen mucho que ver con la actitud de los Hijos de Dios y su proceder en la vida. Este deseo de Moisés, en la Primera Lectura tomada del Libro de los Números, ante la inquietud de un joven preocupado porque otros estaban profetizando fuera del campamento, y cómo Moisés se siente feliz de que otros se atrevieran a hacerlo, nos hace ver la necesidad, todavía hoy de que todos los bautizados seamos profetas de la Palabra de Dios y la llevemos a los demás. Es simplemente ser testimonio de lo que creemos y vivimos, y hacerlo partícipes a otros, enseñándoles que sí se puede. Tenemos necesidad de obreros que trabajen en la Viña del Señor en estos momentos en que ya los cristianos no tienen el “poder” de ser la gran mayoría en este mundo cada vez más pagano e indiferente, relativista y materialista, hedonista y consumista. Hemos dejado con nuestra actitud nuestra conformista y cómoda, el campo libre a los enemigos del Reino. Es hora de asumir nuestra responsabilidad de cristianos comprometidos con nuestra fe, y salir a las calles, a los foros públicos, a todo lugar donde se necesite de una palabra de aliento, de la alegría, de la fe y del amor verdadero, no la caricatura a la que ya nos tienen acostumbrados los medios de comunicación y los organismos internacionales con sus cantos de sirena frente al problema de la educación sexual a nuestra juventud.
Acabamos de ver por los medios de comunicación la visita del Santo Padre Francisco a Cuba, donde insistió que los cristianos debemos servir a nuestros semejantes especialmente a los “más frágiles en la sociedad y “no servirse”, pidiendo al mismo tiempo, rechazar toda “ideología” en el servicio a los demás.
En estos momentos en que volvemos de nuevo a la educación sexual de nuestros niños, niñas y adolescentes, con el proyecto de la Ley sobre Derechos Reproductivos y Sexuales, muchos se disgustan por la Iglesia haber desaprobado el material “Hablemos” de ProFamilia, donde ellos mismos aceptan que no fue “concebido ni editado para ser distribuido entre los estudiantes, sino entre facilitadores tanto de esa ONG, como de otras instituciones ligadas al tema de la educación sexual. Ellos achacan que “si bien el moralismo más conservador tiene razón en que está un poco subido de color y de imágenes, no deja de tener aspectos positivos como la prédica de la tolerancia y el respeto a la diversidad”. Insisten en que no es abortista ni promueve el libertinaje quien entiende necesario dotar a toda la población dominicana: niños, adolescentes, jóvenes y adultos y a hombres y a mujeres sin importar su orientación sexual - de las herramientas necesarias para ejercer plenamente sus derechos sexuales y reproductivos. Llaman irresponsables a la Iglesia por no aceptar que sea el estado el que “obligue” a las escuelas a dar ese material. Pues, nosotros como Iglesia, siempre hemos luchado por que la primera educación sexual que nuestros niños y jóvenes reciban, sea en el seno del hogar bajo la supervisión de los padres, quienes son los primeros educadores de la sexualidad de sus hijos. Hoy el Evangelio de San Marcos es bien claro, y nos habla de cuál será el final de los que “escandalicen a uno de estos pequeños que creen, más les valdría que le encajasen el cuello una piedra de molino y echasen al mar”. Y eso es lo que está sucediendo hoy a nivel de Educación Sexual. Es más fácil repartir contraceptivos, pues, “la anticoncepción y planificación familiar asequible, la anticoncepción posparto en adolescentes da resultado” dice la Sociedad Dominicana de Salud. Eso simplemente es escandalizar a los jóvenes cuando se da por sentado que ellos no pueden, ni saben controlar sus impulsos, porque son como animalitos que solamente se llevan de los instintos. ¡Ojalá pudiéramos escuchar continuamente y con mayor fuerza la campaña de los que sí creemos que la juventud es sana y pura y está tratando de vivir al fe de una manera más auténtica, sin tantas caretas, con una verdadera educación para el amor, pero no el amor erótico, sino el amor proyectado en cuatro áreas de la conducta humana: el trabajo, la responsabilidad, el respeto y la comprensión. Creemos en la autodeterminación y la no imposición de valores y normas de conducta. Entendemos que cuando existe el respeto hacia los demás no puede haber abuso, ni explotación sexual, ni violencia intrafamiliar. Una persona que se esfuerza por vivir cristianamente, puede apreciar, sin gran dificultad, el valor permanente en medio de los cambios. ¡Amén!