El desbarajuste tecnológico

La tecnología a veces nos puede jugar malas pasadas. De la compañía telefónica vinieron a mi casa a instalar la famosa fibra óptica. Emma estuvo muy ocupada vigilando atentamente la instalación de esta fibra, sobre todo para evitar que los laboriosos técnicos hicieran algún daño al mover muebles para poder llegar a los enchufes telefónicos. Les tomó mucho tiempo instalar aquello, pues, además, debían cambiar el módem de la computadora. Emma me llamó para que ensayara un aparatito llamado repetidor que extiende la capacidad del módem para que la Internet llegue más lejos. Lo había traído mi factótum de Nueva York por encargo mío. Allí surgió el primer fracaso; no funcionó aunque los técnicos hicieron ingentes esfuerzos debido al inconveniente del repetidor, no me fijé si los teléfonos estaban funcionando correctamente. Los instaladores finalmente se fueron y yo decidí hacer un trabajo en la computadora. ¡Oh sorpresa! Al aparato no le entraba la Internet por más que traté. Desconsolada acudí al teléfono para quejarme con la compañía, pero el teléfono ¡no tenía línea! Aquello ya se pasaba de castaño a oscuro. Me auxilié del celular para llamar a la compañía telefónica y reclamar el desaguisado. Emma mientras tanto estaba refunfuñando al darse cuenta de la falta de teléfono. Así pasamos la semana. Llamaba todos los días, pero solo me encontraba con una máquina que me repetía que mi queja ya estaba reportada, pero ningún técnico aparecía por el horizonte para remediar mi gran problema. Definitivamente estos aparatos hacen mucha falta y, sin estos, una se siente medio huérfana. Emma optó por irse a donde la vecina a llamar por teléfono porque no quería gastar los minutos de su celular. Aunque finalmente vino un experto, solo sirvió un teléfono. Tuve que mandar a arreglar los inalámbricos, la computadora y encargar otro repetidor. La compañía no me ha respondido por los daños y, según ha averiguado Emma, ¡a mucha gente le ha ¡pasado lo mismo!