FÁBULAS EN ALTA VOZ

La grandeza de la humildad

Cuando le corriges algo a alguien y esta persona lo toma bien, y trata de acatar lo observado, demuestra humildad. Sin embargo, qué triste es cuando lo haces con alguien que como respuesta dice: “Tú comoquiera entendiste”. Cuando esto pasa no hay nada que buscar. No obstante, su contestación no debe ser una limitante para que continúes ayudando a otros cuando el caso lo amerita. Al contrario, debe ser un motivo para seguir contribuyendo a las buenas acciones, pues todo el mundo no es igual. María, Joseline y Emy me han dejado claro que hay quienes develan su grandeza a través de sus muestras de humildad, cada vez que, seguras, preguntan que cómo se dice o se escribe tal o cual palabra, y, sumisas, ponen en práctica lo aprendido. Con esa actitud dejan al descubierto que están claras en que no nos lo sabemos todo. Junto con ellas, me transporté a una ciudad fabulosa donde el aprendizaje es constante, y hasta del que menos sabe se aprende algo. El agradecimiento es vital. Cada vez que alguien se toma su tiempo para enseñar a otros lo que sabe, lo hace consciente de que está aportando al desarrollo intelectual de esa persona. Allí nadie es más grande porque sepa más. Pero mucho menos se margina a alguien porque esté desprovisto de un vasto conocimiento. La grandeza de los habitantes de esa ciudad fabulosa no se mide por su intelectualidad, sino por su humildad, de manera que María, Joseline y Emy se sentían en sus aguas, pues aun viviendo en un país como República Dominicana, donde no todos aceptamos nuestra ignorancia, ellas son capaces de asentir cuando cometen un error y se le hace la salvedad. Me encanta verlas, cómo atentas escuchan las respuestas a sus preguntas cuando entienden no saben algo. De verdad que si todos tuviéramos ese nivel de humildad, sería mayor la grandeza de los dominicanos que creemos que nos lo sabemos todo.

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