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DESDE MI ÓPTICA

Un amigo, un tesoro

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Ricardo Pichardo ViñasSanto Domingo

Cada uno tiene una personalidad diferente y marcada. Aparecieron uno a uno sin buscarlo. Dios se la arregló para nuestro encuentro. Nos unen muchas cosas. Pienso que lo más significativo es nuestra amistad con el creador. Primero fue David. Aunque vivíamos cerca en el mismo sector, nos conocimos en Rebaño Joven, el grupo de oración para jóvenes de la Casa de la Anunciación. Múltiples experiencias en el Señor han matizado nuestra amistad. Tiene una fe inquebrantable. Una resiliencia que estoy convencido que viene de lo alto. Nunca le he visto triste o desesperado aunque su mundo muchas veces ha estado a la deriva. Lo he visto caminar, literalmente, sobre el agua. Parece burlarse de la adversidad. Nunca pierde el sentido del humor. De él he aprendido a creerle a un Dios que todo lo puede. Es auténtico, siempre dice lo que yo no me atrevo, aunque lo piense. José Luis lo introdujo David para ayudar en una obra que haríamos en la pascua del 2003 en nuestra parroquia. Recuerdo el día exacto hace doce años. Fue el mismo día que mataron a mi hermano Edwin Pichardo. Con el tiempo entendí que con su llegada la vida me regalaba otro hermano. Es decidido. Sabe lo que quiere y va tras ello. Admiro su determinación y su arrojo para lanzarse a conquistar sus sueños. Hemos viajado, reído y llorado. Paul, llegó después. Coincidimos en una charla en la parroquia donde asistía. Tiene toda la organización que a mí me falta. Es metódico, psicorrígido y vertical. Ama a la Iglesia. Su sensatez y su capacidad para ver de forma clara cualquier situación le convirtieron en mi primer terapeuta. Agradecido estoy por contar con estos tres amigos, o como las Sagradas Escrituras lo llaman en el libro del Eclesiástico, tres tesoros. Gracias por permitirme ser Ricardo, la vida no sería la misma sin ustedes...

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