¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?
“¡Ay si no anuncio el evangelio!”
La lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios es “cuestionadora” del papel de todo seguidor de Jesucristo: “Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles.” ¡Qué dedicación, qué actitud más responsable con el que le ha mandado este oficio! ¿Qué nos sucede a los cristianos católicos hoy? ¿Dónde está nuestro compromiso con Aquel que nos ha llamado? Porque Él siempre está tocando a nuestra puerta. ¿Por qué no le abrimos para que Él haga morada en nosotros, y llevemos su Mensaje a toda criatura? ¿Por qué nos cuesta tanto seguir su mandato? En el pasado Encuentro Nacional de Pastoral celebrado en octubre pasado, se determinó que el Lema del año 2015 sería: Amor y Solidaridad, Camino de Santidad. Y es que todos somos llamados a ser santos, no solamente los sacerdotes y monjas. Y el mensaje del Santo Padre Francisco para la XLIX Mundial de las Comunicaciones Sociales del pasado 25 de enero, fue “Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor”. El tema de la familia está en el centro de una profunda reflexión eclesial y de un proceso sinodal que prevé dos sínodos, uno extraordinario (apenas celebrado) y otro ordinario, convocado para el próximo mes de octubre. En efecto, la familia es el primer lugar donde aprendemos a comunicar y a orar. Volver a este momento originario nos puede ayudar, tanto a comunicar de modo más auténtico y humano, como a observar la familia desde un nuevo punto de vista. La mayor parte de nosotros ha aprendido en la familia la dimensión religiosa, de la que en el cristianismo está impregnada de amor, el amor de Dios que se nos da y que nosotros ofrecemos a los demás. Vivir el Evangelio en familia. Ese es nuestro primer espacio para llevar el evangelio a todos los que componen nuestra familia. Anunciar la alegría de los Hijos de Dios. Todo bautizado debe ser misionero. Ir donde se necesite y enseñar al que no sabe, al que está confuso, al que tiene miedo, porque no conoce al Señor. Dar testimonio de lo que creemos. Ser valientes. Ser testigo de lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas. Cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que solamente Él nos salva. Solamente Cristo da sentido a nuestra vida. Por eso es tan importante nuestro encuentro personal con Él. Descubrirlo en la cotidianidad de nuestra vida. Y la familia debe de ser la primera misionera. Febrero es el amor del amor y de la amistad, vamos a ser más transparentes y vivamos coherentemente el amor verdadero, no la caricatura a que nos están acostumbrando los medios de comunicación de todo tipo. Vamos a llenarnos de cosas buenas y bonitas, para poder evangelizar a otros y enseñar el mensaje de Jesús, que pasó por la vida haciendo el bien. Dejemos de ser tan apáticos y vamos a llevar el Evangelio a toda criatura como nos lo mandó el Señor. ¡Amén!