REALIDAD Y FANTASÍA
La aficionada al fútbol
El Mundial de Fútbol ha enamorado a Emma. Se contagió de mi hijo menor, fanático desde hace mucho tiempo de ese juego que apasiona a casi toda la humanidad. El problema es que Emma no entiende del todo cuáles son las reglas que rigen estos encuentros entre dos oncenos con una pelota que disputar. Desde antes de las 12:00 del mediodía, se arrellena en un sillón al lado mío, dispuesta a ver el partido. La comida la tiene preparada de antemano, para que nadie objete su novísima afición. Todo trascurre bien hasta que alguien mete un gol y el arbitro lo anula porque el jugador estaba fuera de juego. Emma se indigna y empieza a despotricar contra el árbitro. Mi hijo pacientemente trata de explicarle la razón por la que se anuló el tanto. Tiempo perdido. Mi morena cocinera no entra en razón y maldice al tipo ese que seguro está vendido... Para tranquilizarla le encomiendo que nos traiga algún aperitivo y algo de picar. La comida se hará cuando finalice el juego. Poco a poco mi factótum ha aprendido las lecciones básicas y ya sabe cuál es la función del portero, qué hacen los defensas y cuál es la misión de los medio campistas y los delanteros. No ha podido comprender lo de fuera de juego y le encantan los tiros libres. Se enfurece cada vez que un jugador del equipo que le agrada rueda por los suelos a causa de una zancadilla o un empujón. Les grita de todo a los agresores y se alegra cuando les sacan una tarjeta amarilla. En los últimos días en que los partidos tienen que finalizar con un ganador, se horroriza ante la tanda de penaltis y da brinquitos de placer si su equipo resulta ganador. Así seguiremos el resto del mundial, definitivamente la afición de Emma resulta de antología...