REALIDAD Y FANTASÍA
La indignación de Emma
El asunto del Tribunal Constitucional trae a Emma de cabeza. Cuando leyó en el periódico que una delegación de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos estaba en el país para comprobar si no se estaba cometiendo alguna violación con motivo de la sentencia sobre la nacionalidad, Emma arremetió contra los integrantes de la dichosa delegación. Quiso ir a protestar donde se estaban reuniendo, a lo que yo me opuse tajantemente, recordándole que ya no tiene veinte años y lo que podía pescar allí era un empujón, cuando no que la detuvieran por alterar el orden. Me miró desafiante y a seguidas me endilgó una perorata. “¿En donde estaba esa gente cuando zozobró la yola en que iban muchísimos haitianos, por allá en las Bahamas? Se ahogaron como treinta ¡y los que se salvaron los deportaron enseguida, doña! ¿Por qué no fueron a protestar a las Bahamas? Quiero saber”. Yo le concedí la razón, además le comenté de los infelices africanos que son deportados de los países europeos, en cuanto llegan en frágiles embarcaciones. Emma insistió en que tenía que ir a cantarle las cuarenta a esa partida de individuos dedicados a perjudicar a nuestro país. Le prometí que si se organizaba una marcha de protesta que contara con el beneplácito del Gobierno, yo misma la acompañaría. Mi efervescente factótum no tuvo más remedio que conformarse con esas promesas y dedicarse a despotricar contra la dichosa delegación, por teléfono, con todas sus amistades.