FÁBULAS EN ALTA VOZ
Un mundo marino ante nuestros ojos
No podíamos salir del asombro. Éramos muchas personas viendo lo mismo y opinando lo mismo: ¡cuánta belleza! La verdad es que era como sentirse en una ciudad fabulosa con la dicha de que era algo tan real que hasta podíamos tocarlo con nuestras propias manos y, lo mejor, sin temor a sufrir daños. Les cuento sobre un paseo por Aquamundo, en Sambil, un espacio fuera de serie. Allí llegamos con la ilusión de ver el hábitat de un grupo de animales marinos que, con sus movimientos y hermosura natural, cautivan y tranquilizan al más iracundo. Pero para nuestra sorpresa, lo que vimos sobrepasó nuestras expectativas. La ruta, que desde el inició mantiene al visitante en el espanto, no paraba de sorprendernos. Una pecera superaba la otra, no porque una sea más bella que otra, sino porque todo está hecho para que cada una brille con luz propia. Por eso no compiten entre sí. Los animales marinos que las habitan se encargan de llamar la atención. Su “responsabilidad” es dejarnos ver cómo viven en el fondo del mar y cuán grande es su poder para hacer honor a la naturaleza marina. Aunque comparten un mismo hábitat, el mar, todos son diferentes tanto exterior como interiormente. Colores, formas y comportamiento les otorgan un atractivo que los hace capaces de despertar las más intensas emociones. Al menos yo, entré a ese espacio consciente de que iba a encontrar uno de esos tantos lugares donde estos animalitos contribuyen más al ornato que a familiarizarnos con su idiosincrasia. Pero fue todo lo contrario. Si bien admiré su belleza, más entusiasmo me despertó el saber algunos datos sobre su existencia. De eso se encargan, en Aquamundo de la plaza Sambil, un grupo de jóvenes que, con los datos bien claros, y preparados para responder todas nuestras inquietudes, conducen al visitante a vivir una experiencia debajo del mar y no precisamente con Bob Sponja, sino con nuestros hijos, con nuestra pareja, con los amigos... En fin, es un lugar adonde podemos ir hasta solos y el deleite está asegurado. Nos sirve para meditar, para obtener esa paz que se pierde inmediatamente termina el recorrido. Cuando salimos, es el momento en que nos preguntamos: fue verdad o mentira que toqué una mantarrallas y no me agredió, o palpé la ternura de una estrella de mar sin tener que ser buzo o algo por el estilo. Es, pues, una aventura que podemos vivir en aquel mundo marino que tenemos ante nuestros ojos.