MEMORIAS DE VIAJES
De un palacio a una taberna
“No vayan a los sanitarios en el palacio, pues las filas son tan largas que se pierde demasiado tiempo. En el restaurante en Grinzing, hay muchos sanitarios y tiempo para visitarlos”. Tras la aclaración del guía, salimos en una muy especial excursión nocturna en Viena: concierto del grupo Wiener Residenzorchester, en el palacio Auesperg, y cena en el restaurante Pasauenhor, en las afueras de la capital austríaca. En el vestíbulo del hermoso edificio barroco, construido a principios del siglo XVIII y donde fue rodada la película “El tercer hombre”, los abrigos han de dejarse en el guardarropa, “por razones de seguridad”. No así las chaquetas ni sacos. En el nicho del descanso de la escalinata doble, las esculturas de la fuente son dos leones rodeando un gigantesco jarrón. En el segundo piso, con bellísimas lámparas de cristal, está el salón adonde vamos. Caben 300 personas sentadas, pero no en cómodas butacas, sino en sillas plegables. El montaje es temporal y destinado a turistas. Aun así, vale la pena. Viena es la “capital de la música”, y en este palacio correteaba de jovencito Mozart, de quien hemos esta noche de escuchar en la primera parte varias de sus composiciones. También con él cerrarán la segunda, que está dedicada a Johann Strauss. En el intervalo, por un ticket incluido en la entrada, se puede tomar una copa de champaña o un jugo de naranja. La sucesión de presentaciones trae melodías sumamente conocidas: arias, polkas, valses, marchas y csardas. Desde el aria de la famosa obertura “Las bodas de Fígaro”, de Mozart, hasta el tan tatareado y casi un símbolo de Austria: el “Vals del Danubio”, de Strauss. La noche es una proyección de música, canto y danza, tanto seria como humorística, en que, acorde con la obra, los intérpretes van con ropa de gala o con trajes del folklore tradicional. A la salida de este palacio, cuyos muros marmóreos en tonalidades rosa y verde inspiraron a Hugo von Hofmannsthal su libreto para la ópera cómica “El caballero de las rosas” (la música es de Richard Strauss), está lloviznando. Por suerte, el cielo está despejado, aunque sumamente oscuro, cuando llegamos a Grinzing, pueblito en los suburbios de Viena. Apenas puedo ver por dónde camino en esta aldea fundada en el siglo XII, con una iglesia gótica del siglo XV. Entramos en la taberna Passauehorf. Al poco rato nos traen de entrada un plato frío y a seguidas el plato principal con cuatro tipos de carne. De postre, el popular applestruddle. La bebida es el vino joven de esta zona, un vino blanco al que llaman Heuriger, es decir, “vino nuevo de este año”. Aunque prefiero el tinto, estoy en Grinzing. Brindo con el vino blanco. ¡Salud! ¡Prost!

