DESTINOS
Historias que se tejen en un museo
EL LEGADO MEXICANO EN EL SUROESTE DE EUA FORMA PARTEDE UNA EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DEL ESTADO DE ARIZONA
Muchos Méxicos: modernos, hispánicos, mestizos, y marcados por las huellas de pueblos originarios que no tenían fronteras o que construyeron otros bordes para otras civilizaciones antes de la conquista de América. “Méxicos” que aún dejan rastros en el suroeste de Estados Unidos, donde su legado forma parte de una exposición del Museo del Estado de Arizona (Arizona State Museum). El museo expone piezas de arte, objetos domésticos y sagrados de pueblos originarios del suroeste de Estados Unidos, muchos de ellos emparentados con tribus distribuidas a ambos lados de la frontera. Con respeto, el visitante puede tocar algunas de las piezas, como una artesanía Seri, que representa la vida marina y recuerda la profunda relación de este pueblo con el mar, o un tambor tarahumara para entrar en contacto con los sonidos de sus ritos ancestrales. Más que historiaPero, esos pueblos originarios no son solo historia. ¿Cómo es su día a día? ¿En qué creen? ¿Cuáles son sus problemas intestinos? ¿Cómo son sus relaciones con otras tribus? ¿Cómo cambian? Cada pueblo es un mundo distinto, con sus dioses, sus luchas por conservar sus tierras y recursos, sus desafíos para aceptar ciertos aspectos de la vida del resto de México o Estados Unidos sin alterar lo que consideran fundamental: la relación con la naturaleza, la identidad de la nación indígena a la que pertenecen y los lazos entre los miembros del grupo. Para entender cada historia, el visitante puede deleitarse por horas en las salas de exposiciones. Piezas que hablan de la cultura mexicanaEn la exposición Muchos Méxicos, también se habla español y se introduce al público en la historia y la vida contemporánea de México. Se invita a pensar cómo ese país se relaciona con sus legados de pueblos aborígenes y sus grandes revoluciones sociales. El visitante entra en contacto con la herencia revolucionaria que tuvo entre sus resultados la Constitución de 1917, con la que se inició una tradición de educación pública laica, en un país de fuertes raíces católicas. También camina por la modernidad que refleja su vibrante vida urbana, junto a las limitaciones de su economía para ofrecer empleo a los jóvenes. ¿Cómo encara México, con todo su legado cultural y su cercanía con Estados Unidos, los desafíos de la globalización? Es una pregunta que queda en la mente del lector al leer el texto sobre ese país de grandezas y pobrezas, y observar las fotografías de su capital. La exposición sugiere que la actualidad mexicana dialoga de forma constante con su pasado. Lleva al visitante a conocer el movimiento de artesanos que surgió en 1970 en Villa Mata cuando el artista e investigador Juan Quezada descubrió y dio a conocer las técnicas de elaboración de cerámica que utilizaban pueblos originarios, hace más de 600 años, en el sitio de Paquimé, en el estado de Chihuahua. Este movimiento artístico, que nació con elementos del pasado, se valora en todo el mundo por su calidad, y forma parte del legado cultural contemporáneo mexicano, de acuerdo con información del museo. Historia compartidaEn ese diálogo permanente, que va del arte a la política y la economía, ¿cómo el México el de los grandes edificios entendió el Movimiento Zapatista, con una población indígena y campesina que se debate entre la exclusión, su propio legado y cambios económicos vertiginosos? Y en lo inmediato, cuáles son los retos de su relación con Estados Unidos, país con el que tiene lazos comerciales y también humanos, de pueblos indígenas de un mismo tronco que se encuentran divididos por fronteras nacionales, una constante migración y una complicada historia binacional. Parte de esa historia se reflejó en la vida de Francisco León, un hombre que, según datos del museo, tuvo tres nacionalidades: la española, cuando lo que hoy es México era Nueva España, la mexicana cuando ese país obtuvo su independencia y, luego, la estadounidense, después de que Estados Unidos conquistara tierras que pertenecieron a México, entre ellas Tucson. León representa, en cierta medida, el destino de muchas personas que terminan envueltas, a veces a su pesar, en complicados procesos legales sobre su ciudadanía o su pertenencia o no a un país: en el pasado por guerras de conquista y en la actualidad por la marginación cultural y legal que sufren los migrantes y sus descendientes. Precisamente aquí en el estado de Arizona, donde se realzan, con una exposición, los aportes de los mexicanos y su legado cultural, se ha promovido una Ley de Inmigración que, de hecho, convierte en sospechosa a cualquier persona que “parezca inmigrante”, es decir, que parezca mexicano o hispano, que en el imaginario colectivo significa tener la apariencia de un mestizo o de un indígena. Al juzgar por la apariencia, incluso los ciudadanos estadounidenses con ancestros mexicanos o indígenas son sospechosos para los oficiales de inmigración y la Policía. Algunos aspectos polémicos de la ley han sido prohibidos. Sin embargo, en septiembre de este año un juez federal autorizó a los agentes a solicitar a cualquiera que “parezca inmigrante” documentos que prueben su ciudadanía o estatus legal, una decisión que ha sido criticada por defensores de los derechos civiles y por medios de comunicación, como el Washington Post, que, en su editorial del 20 de septiembre, resaltó la importancia de los hispanos para la economía y advirtió que con la medida se promueve un sentimiento de hostilidad en su contra. Hostilidad hacia un grupo y hacia una herencia cultural que es parte de Estados Unidos y cuyo legado vive aun en las más folklóricas tradiciones del suroeste de ese país, como las historias de vaqueros y sus símbolos, hoy de atractivo turístico. LA EXPOSICIÓNEn la exhibición del Museo Estatal de Arizona, se muestran fragmentos de la vida de diez pueblos originarios del suroeste de Estados Unidos y parte de México: pueblos que han vivido del mar, del desierto o de las montañas, cada uno con diferentes lenguas y estructura social, pero con una historia compartida de desencuentros con los europeos y las sociedades criollas. Lo novedoso es que en este museo se ve la historia desde la perspectiva de los indígenas y no solo desde los estados. Los Seris, por ejemplo, que viven principalmente en costas y zonas desérticas, sufrieron las luchas políticas que libraban soldados mestizos o de origen europeo por territorio. Durante el siglo XIX la población fue diezmada. Actualmente venden artesanías con insumos del océano para sobrevivir. También hay historias de asimilación o integración de elementos de las nuevas culturas. Los tarahumaras adoptaron el catolicismo y lo mezclaron con sus propias costumbres; y sobre todo hay historias que enseñan cómo estos pueblos contribuyen con los estados en los que se encuentran, como el aporte de los navajos a la artesanía contemporánea estadounidense. Algunas sociedades indígenas han logrado cierta autonomía y derechos, principalmente en Estados Unidos. Otros aún luchan por sobrevivir a muchos Estados Unidos y a muchos Méxicos.

