EDUCACIÓN

Rabietas en clases

MUCHOS DE LOS INCIDENTES VIOLENTOS PROTAGONIZADOS POR LOS NIÑOS EN EL AULA SON CONSECUENCIA DE EPISODIOS FAMILIARES

Son una de las pesadillas de los maestros del nivel inicial. Y no solo porque los gritos infantiles alteran el ritmo de las clases y trastornan la armonía del ambiente escolar, sino porque este comportamiento pudiera estar ocultando situaciones más serias en relación con la salud emocional del niño. Las rabietas no siempre son consecuencias de un posible comportamiento hiperactivo del infante (vista la hiperactividad como un trastorno de conducta), de un déficit de atención o de provocaciones entre los pequeños causadas por disputas por un juguete o por útiles escolares. El origen de las rabietas podría estar fuera del aula, específicamente en su entorno familiar. “A veces, episodios familiares como una mudanza, un proceso de divorcio, la partida de un amiguito del vecindario o la llegada a casa de un bebé ponen agresivos a los niños y esta agresividad la manifiestan en el aula con rabietas, peleas y otros comportamientos agresivos”, dice la educadora dominicana Belkis González. ¿Cómo debe reaccionar el maestro cuando el niño explota, llora, patalea, ataca con golpes a sus compañeritos o se golpea a sí mismo? Nunca de forma violenta, señala González. “Nunca debe perder el control de la situación ni gritarle al niño, porque el niño se puede poner más agresivo si la maestra o el maestro pierde el control”. Como muchas veces el educador no sabe qué ha provocado la reacción violenta del niño en el aula, debe sentarse a hablar con el pequeño antes de regañarlo o castigarlo. OCURRE ENTRE LOS MÁS PEQUEÑOS Las rabietas en el aula son más frecuentes en el nivel inicial, en niños de tres a cinco años. “Aquí ocurre algo con lo que los maestros también debemos saber lidiar con ética y cuidado, señala González, y es que los niños de estas edades, sobre todo a los tres años, son muy egocéntricos, todo lo quieren para sí y lloran y patalean si no se les da lo que quieren”. A los cinco años, expresa, las rabietas merman porque los niños ya son más comprensivos y entienden cómo funcionan las relaciones en el aula. Las rabietas en el niño preescolarLas rabietas, sin importar el motivo que las origina, son frecuentes en las aulas del nivel inicial y corresponderá al maestro tomar las medidas para controlarlas. Una de esas medidas es aplicar reglas claras de comportamiento. En efecto, “el objetivo de establecer reglas claras en una clase preescolar es permitir que el niño conozca con anterioridad las consecuencias de sus actos y así favorecer la sensación de control”, señala Caterina Colonna-Preti en “El déficit de atención con hiperatividad en el aula preescolar (Fondo Editorial, 2005). Pero ojo. “Es de suma importancia que las reglas de clase no sean impuestas por las maestras; más bien es necesario que sean establecidas sobre la base de un consenso con los alumnos”, resalta la autora. Otras recomendaciones para el maestro: Converse. Belkis González, maestra dominicana del nivel inicial con más de 20 años de experiencia en las aulas, dice que la clave para enfrentar una rabieta está en la conversación. “Hable con el niño. Pregúntele por qué se comporta de esa forma y explíquele las consecuencias de su comportamiento. A los niños se les habla claro. Hay que llevarlos a reflexionar”, dice González. Dependiendo de las respuestas del niño se le seguirá preguntando. Si pese a las medidas del profesor el pequeño continúa con sus cambios de temperamento, se debe pasar a un segundo nivel, como solicitar la intervención del psicólogo escolar y de los padres. Espere a que el niño se tranquilice para hablar con él. “A veces, por la misma rabieta, el niño no entiende lo que el maestro le dice, y esto lo puede incomodar más. Por eso es bueno esperar a que se calme un poquito y luego hablarle, llevarlo a reflexionar sobre las consecuencias de su reacción”, recomienda González. No lo intimide.Es recomendable colocarse a la altura del pequeño, para que este no se sienta intimidado por el tamaño del profesor o del padre. “Sentados los dos, si es posible, acérquelo, dígale ‘ven, vamos a hablar, dime qué te sucede, qué te inquieta, ¿quieres decirme algo?’. De esta forma se entra en un ambiente de confianza entre el maestro y el niño y siempre con el fin de ayudarlo, no para indagar lo que ocurre en su casa, en la familia, sino para ayudarle”. Comunicar a los padres. González aprueba que los maestros comuniquen a los padres las rabietas de los hijos en el aula, especialmente si son frecuentes, porque la educación “es un trabajo en equipo que involucra a los docentes, a los padres, a los administradores y al psicólogo del centro”. Entre todos, dice, es posible encontrar más rápido una solución al comportamiento violento del pequeño.

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