COSAS DE DUENDES

Del Titanic al Costa Concordia

En una escena de la película “Titanic” un pasajero de primera clase y su sirviente se visten de gala alegando que quieren “morir como caballeros”, y se sientan a esperar que a la nave se la trague el mar. Esa escena quijotesca ocurrió, sus protagonistas fueron Benjamín Guggenheim y Víctor Giglio, cuyo apellido, curiosamente, coincide con el nombre de la isla frente a la que zozobró el pasado día 13 de este mes el crucero Costa Concordia. Cuando descubrí ese elemento común, hice un ejercicio para detectar si había otras similitudes entre las dos tragedias y sí, las hay. La más conocida es que un tío abuelo de Valentina Capuano, una sobreviviente del naufragio del Costa Concordia, fue una de las más de mil quinientas víctimas del Titanic. ¿Irrelevante? Piense que este planeta tiene casi 7 mil millones de habitantes y en el Concordia viajaban solo cuatro mil 200 personas, y que del naufragio del Titanic pronto se cumplen nada menos que cien años. Este último dato es otra coincidencia. El Titanic se hundió el 14 de abril de 1912 y el Costa Concordia el 13 de enero del 2012, a pocos meses de cumplirse un siglo del suceso. El mes de los dos naufragios no coincide, aunque enero también está presente en la historia del Titanic. El capitán, Edward John Smith nació un 27 de enero. Claro, su comportamiento ante el colapso de la nave fue distinto al del capitán Francesco Schettino, que abandonó el Costa Concordia cuando aún cientos de pasajeros se encontraban en peligro. En torno a Smith se ha creado una leyenda, algunos aseguraron que se suicidó y otros que lo vieron en medio del mar, gritando “Sed ingleses, sed, valientes”. Así que de capitán a capitán no hay semejanza pero, como el Concordia, el Titanic tiene su villano. Éste fue Bruce Ismay, presidente de la línea de viajes White Star Line, a cuya flota pertenecía el Titanic. Ismay iba abordo, porque se trataba del viaje inaugural de la nave. Testigos dijeron que él presionó al capitán para que no redujera la velocidad del barco, ante la amenaza de los icebergs, contra uno de los cuales chocaron, para llegar antes de lo previsto a Nueva York, lo que le daría más publicidad a la embarcación. A su vez, Schettino dijo que abandonar la ruta prevista para pasar cerca de la costa, como hizo el día en que el Concordia naufragó, era una maniobra común conocida por los dueños del crucero, con la que buscan un efecto publicitario. Como ocurre ahora con Schettino, hace casi un siglo, la prensa de la época se ensañó con Ismay, el malo del Titanic, quien también subió a uno de los botes salvavidas pese a que aún permanecían en el barco mujeres y niños. Ismay renunció a la presidencia de White Star Line. A su vez, Schettino enfrenta cargos por homicidio, abandono de la nave y negligencia que podrían costarle hasta 15 años de prisión. Pero el Concordia, como el Titanic, tiene sus héroes, uno de ellos es el capitán De Falco que tomó las riendas del rescate y ordenó a Schettino, en una conversación ya famosa: “Suba abordo, carajo”. Otra trágica coincidencia es que muchos de los héroes de los dos naufragios descansan en el fondo del mar, porque cedieron sus lugares en los botes o sus chalecos salvavidas para ayudar a otros. Además, en el 2010, Schettino descartó que pudiera volver a ocurrir otra tragedia como la del Titanic porque ya existe “mucha tecnología”. Una frase más conservadora que aquella “Ni Dios puede hundirlo” pronunciada hace cien años por el constructor del Titanic.

Tags relacionados