TERCER CAMINO
De corazón a corazón
“La enseñanza que deja huellas no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino la que se hace de corazón a corazón”Howard Hendrick El teatro Jaragua era en tiempos atrás el entretenimiento de mi pueblo. Vivíamos al lado, y como en esa época todos éramos familia, los dueños del teatro eran una especie de tíos a los que yo quería mucho, y ellos a mi también. El dueño, Mario Evertz, cubría la primera parte de la supervisión de las entradas, y ya cuando la película estaba comenzada, partía con su caja registradora, léase cualquier cajita o bolsa, debajo del brazo, llevándose el dinero recaudado en la función, no sin antes cambiar la guardia con su esposa Dilia Reyes de Evertz, más conocida como “Llilla la de Mario”. Ahí comenzaba el picoteo de Llilla, pues no faltaba quien pagara sus centavitos aunque la película estuviera por mitad. Como yo entraba de gratis, siempre me tiraba los estrenos, y así las noches siguientes de repetición los disfrutaba acompañando a Llilla en la puerta del teatro. No se imaginan las conversaciones tan edificantes que compartíamos a pesar de la gran diferencia de edad. Una vez me contó que cuando era jovencita le pidió a Dios que no la dejara pasar de los 40, porque a esa edad ya iba a estar vieja y fea, y no querría vivir más. Sin embargo, cuando llegó a esa edad, de rodillas le pidió a El que le diera otra oportunidad y le permitiera llegar a los 60. En el tiempo de la confidencia ya esos años se estaban acercando por lo que nuevamente le tocó negociar su estadía rezando: “¡Ay Señor, no me tomes la palabra!” Parece ser que a Dios le hizo mucha gracia la candidez de sus cambios de opiniones, y ha permitido que ella decida cuando se quiera ir, pues con casi 100 años, vive todavía bajo el cuidado de su único hijo de su primer matrimonio, el doctor Pedro José (Papi) Chávez. Esas pláticas con Llilla confirmaron valores y reforzaron buenas costumbres, porque sus enseñanzas pasaron como por medio de un sifón, de corazón a corazón, cuando ella con su alma blanca llenó de buenas razones las noches que disfrutábamos como amigas en el teatro Jaragua.