FÁBULAS EN ALTA VOZ

Año nuevo sin Indhy

Se colgó sus alas de ángel. Emprendió un vuelo hacia un lugar que, al parecer, a todos encanta: nadie regresa cuando llega hasta allí. Indhy respondió al llamado divino. Claro, no lo hizo por disgusto de una sociedad inclemente. A ella la vida la trató bien dentro de lo que cabe. Tuvo un papá que todo lo dio por ella, una familia que la amaba y celebraba todas sus ocurrencias, y lo más importante, una sociedad que la aceptó sin chistar y se puso a sus pies para ayudarla a extender sus años de vida. El síndrome de Down no fue un obstáculo para llegar a cientos de corazones. Tenía en sus manos a la Redacción de LISTÍN DIARIO. Todos cuantos la conocieron le dispensaban un cariño especial, no por su condición, sino por su extrovertida forma de ser: tan auténtica, tan intensa y tan alegre, así pudimos definirla quienes la conocimos. Pero aun sabiendo todo esto y disfrutando tanto del amor, Indhy se marchó a explorar lo desconocido. Lo triste de todo esto es que sabemos que no volverá, pues al igual que todos nosotros, de seguro allí se encariñarán con ella y no la dejarán regresar. Claro, su padre y quienes la amamos tendremos algún día la oportunidad de compartir con ella en ese lugar fabuloso. Iremos a su encuentro cuando recibamos el llamado del Señor. Por el momento sólo nos queda imaginar que en el cielo hay un nuevo ángel, pero eso sí, con una chispa que contagia. Debe haber allí un ambiente alegre, de risas, de ocurrencias y, por qué no, de magia. Sí, esa magia que la caracterizó en la tierra, la cual irradió en cada uno de los lugares donde estuvo. Hoy la tristeza embarga mi corazón, porque Indhy se fue para siempre. Me quedé esperando para regresarla de su fábula. Se me olvidó que en esta ocasión se habían invertido los papeles. La realidad de ella ahora está al lado del Señor. Somos nosotros quienes debemos viajar a un lugar fabuloso para olvidar el gran dolor que nos ha provocado su muerte. Nunca olvidaré su gracia al referirse a mí como “Mata” o a Sylvana como “Sabana” o quizás cuando imitaba a su padre Sigfrido bailando “La gasolina”. Indhy era un personaje. Había crecido en tamaño, pero su comportamiento infantil y jocoso se mantenía intacto. Los rasgos del síndrome de Down que la marcaron no lograron afectar su inteligencia. Sus dotes las utilizaba para ganarse el corazón de todos. Por ese motivo hoy nos acongoja saber que tenemos un nuevo año sin Indhy. Y la pena se profundiza al saber que el próximo día 12 de este mes cumpliría sus 15 años, fecha que esperaba con ansias para que le celebrarán su fiesta. No pudo esperarla. Truncos quedaron los planes que tenía su padre para complacerla. Hoy la alegría de organizarle una fiesta se ha transformado en mucho dolor. Sin embargo, a Sigfrido debe quedarle la satisfacción del deber cumplido. No escatimó esfuerzos ni sacrificio para darle a Indhy una mejor calidad de vida, aun dentro de sus precariedades. Tocó puertas, viajó con ella, se desveló y lloró por alargarle la vida. Verlo sumergido en la más profunda de las tristezas es un drama desgarrador. Es un nuevo año sin Indhy.

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