FÁBULAS EN ALTA VOZ

La garantía de las garantías

Víctor se sintió impotente y su salud casi lo traiciona. Acudió a reclamar la garantía que al comprar unas baterías le habían dado en la empresa donde las adquirió. Para su sorpresa, ésta, según le informaron en el lugar, había expirado, a pesar de sólo haber pasado tres meses de los nueve que estipulaba la garantía. Su incomodidad fue tal que decidió transportarse a una ciudad fabulosa donde el manejo en este aspecto sea otro. Llegó al lugar ideal, donde no hay que tener un papel para hacer un reclamo. Basta con la palabra. Allí ésta adquiere un poder inquebrantable. No hay dinero que la suplante. Tanto es así que cuando a alguien se le descompone un aparato con calidad garantizada, no tiene que romperse la cabeza pensando en dónde habrá puesto el papel, pues con informar el problema es suficiente. La honestidad de las personas y la reciprocidad de los ejecutivos de cualquier empresa con sus clientes de verdad que son admirables en ese lugar. En una ocasión le tocó ir a reclamar un efecto que había comprado y que en poco tiempo se le había dañado. No hubo objeción por parte de los ejecutivos de la empresa. De inmediato recibió la reposición del objeto. En el lugar tienen un compromiso con la calidad. Ello repercute en un clima de paz, en una comunidad más tolerante y lo mejor, en un buen estado de salud de los ciudadanos. Para cumplir con las normas, no hay discriminación. No importa el credo, raza o inclinación política de la persona. Las reglas aplican igual para todos. En caso de que haya algún inconveniente cuando se hace el reclamo, la persona está en todo el derecho de denunciar el hecho. No tiene que ser tan hábil para tomar la decisión. Una entidad se encarga de atender las denuncias y tomar las medidas de lugar. Por eso, pocos tienen la necesidad de acudir a este recurso. Como mismo sucede en República Dominicana, de donde, por unos segundos, Víctor escapó para no ser presa de un infarto ante la irresponsabilidad de quienes prestan suma atención cuando el cliente va en busca de sus servicios, mas no ofrecen el mismo trato cuando éste va a reclamar. Afortunadamente Víctor conoce sus derechos. Cuando fue a hacer el reclamo por sus baterías y recibió un trato inadecuado, atinó a recurrir a los medios que le habrían de ayudar a que se hiciera justicia. Con la razón en mano, investigó sobre el caso y, para suerte suya, dio con la gente de Proconsumidor. Allí le orientaron sobre el procedimiento. Una demanda era lo efectivo. Accedió a ello y, dispuesto a ir a la primera audiencia, recibió una llamada de la empresa a la cual le había comprado el efecto. La petición que le hicieron respondió su interrogante de si estaban enterados del procedimiento legal. La invitación a que pasara por las oficinas de la institución era inminente. Conforme, aceptó ver cuál era el móvil de la petición. La sorpresa no fue tal. Sabía que un arreglo le convenía más a ellos que ser demandados. Víctor aceptó la propuesta. Recibió sus baterías nuevas y, por su fuera poco, las mejores atenciones. Ahora bien, ¿y qué pasa con quienes no conocen sus derechos como Víctor? Tendrán que transportarse a una fábula para tener la garantía de sus garantías.

Tags relacionados